Cuantas veces no hemos escuchado que las
noches de Luna menguante son propicias para la siembra (especialmente para las
papas) que la Cruz
del Sur guía a los caminantes en la oscuridad, que las estrellas fugaces traen
buena suerte. Son saberes que resuenan de boca en boca, de tiempo en tiempo.
Muchos de ellos los hemos repetido o escuchado, pero de algunos no sabemos
siquiera su origen
La geografía de Chile, variada y abrupta,
le entrega un sello de identidad a las diversas costumbres y tradiciones de los
pueblos originarios que aún habitan Chile.
El año pasado, Sonia Montecino y Catalina
Infante junto a Editorial Catalonia publicaron el libro “La tierra del cielo.
Lecturas de mitos chilenos sobre los cuerpos celestes”; que busca resguardar la
oralidad de los pueblos originarios chilenos sobre los fenómenos celestes que
día y noche veían en el cielo.
Con bellas ilustraciones de Leonor Pérez,
se entregan relatos sobre la relación de los hombres con el firmamento y
aquellos fenómenos climáticos como la lluvia, la sequía y “nos enseñan de una
mirada, que conciben que la materia está animada por espíritus y por energías
que provienen de las y los antepasados”, explica Sonia Montecino en el prólogo.
Los Mitos aymara, rapanui, mapuche,
tehuelche, yámana, selknam, dan cuenta de la profunda preocupación de nuestras
culturas indígenas por los astros, estrellas fugaces, arco iris,
constelaciones, el Sol, la Luna
y la Vía Láctea,
entre otros.
Según Oreste Plath, investigador de las
tradiciones populares chilenas, “el mito entrega el conocimiento de la vida del
hombre antiguo y la interpretación de sus pensamientos y acciones. Es una clave
que pasa a ser el auxilio a muchas disciplinas humanísticas y científicas que
exploran el origen, el ambiente y el quehacer natural e intelectual del
hombre”.
Según Plath, “las leyendas responden a
los estímulos de la naturaleza circundante, pueden tener una razón, ocultar una
verdad, tener relación con la geografía, con un hecho histórico o con un
acontecimiento que repetido y exagerado integra el acervo folclórico”.
Ambos, crean un relato que recoge las
arraigadas costumbres y creencias criollas transformándose en un reflejo de la
identidad de un país.
Entonces los mitos, serían las
explicaciones que los hombres primitivos dieron a los fenómenos de la
naturaleza cuyas causas no podían dilucidar. De esta forma, los sucesos del
entorno encontraron sus orígenes en personajes divinos, sobrehumanos y como
resultado de poderes buenos o malos, es por ello que parte del sistema
religioso de una cultura, los cuales los considera historias verdaderas
otorgándole un respaldo narrativo a las creencias centrales de la comunidad.
Chile es un país extremadamente largo, de
difícil acceso, con una variedad geográfica que empieza por el desierto más
seco por el norte, un gran océano por el oeste, al este nos limita la Cordillera de los Ande
y en el extremo austral está la Antártida. A
esa gama geográfica se le une la cultural que van desde lo atacamas por el
norte hasta los yaganes en el extremo austral.
Los mitos nos dicen de cómo estos pueblos
tan distintos pensaron el origen de las cosas que existen en el mundo. A través
de relatos orales, de figuras rupestres, de cordeles de bailes y cantos, las
narraciones del nacimiento del cielo, de la tierra y de los mares los fueron
contados de generación en generación y como los sueños, los mitos siempre
proponen acertijos, preguntas y no verdades absolutas, nos están llamando todo
el tiempo a pensar sobre nuestra condición humana y sobre nuestra íntima y
estrecha relación con la naturaleza, con la materia viviente que forma parte de
la existencia.
Todo lo que habita en las alturas, desde las
nubes hasta la lluvia, desde el Sol hasta los rayos, desde las estrellas
fugaces hasta el amanecer, cada elemento del cielo posee una historia, guarda
un mensaje, un significado especial para los nuevos y antiguos habitantes de
Chile.
Una linda transmisión de la sabiduría y
conocimientos que nuestros pueblos ancestrales han acumulado sobre el cielo, y
que busca llegar a niños, jóvenes y adultos, así como a todas las personas
sensibles a los enigmas que encierra el Universo y nuestros orígenes.
Este nuevo
libro, da cuenta de los pensamientos e ideas que nuestros pueblos originarios
tuvieron en relación al cielo por ejemplo, como una estrella mapuche recorre la Tierra y va creando los
puntos cardinales; dos hermanas rapanui saltan al cielo para escapar de sus
padres; una pisada de avestruz crea la
Cruz del Sur y la Vía Láctea es un río que fluye en el interior del
cielo.
Los eclipses,
los meteoritos, las fases de la
Luna, que observamos cotidianamente, se llenan de sentidos y
se nos tornan cercanos como si fueran nuestros propios abuelos y abuelas,
nuestra parentela muerta la que brilla en las noches claras.
Desde esta
óptica, comenta Sonia Montecino, que “las particularidades que adoptan anuncian
cosas que los pueblos originarios fueron codificando, conocimientos que sirven
para tener buenas cosechas, para saber contabilizar el tiempo, para ordenar los
ciclos personales de la vida, y los ciclos sociales en rituales y
ceremonias”.
“La tierra del
cielo es un lugar enigmático si no se conoce su origen, sus propiedades y los
seres que allí habitan. Muchas de nuestras sociedades están seguras de que
venimos de esa tierra y que allí retornaremos”, dice Montecino.
Un libro
destinado a la difusión de la tradición oral de nuestros pueblos originarios narrado
en un lenguaje atractivo para todas las edades. Con estos mitos, la Colección Monito
del Monte, hará mirar al lector hacia el cielo, tierra enigmática de la cual,
muchos de nuestros pueblos originarios piensan que ya que venimos de ese lugar, en algún momento
volveremos a esa tierra a encontrarnos con los ancestros guiados por la magia,
la luz y el calor de nuestros pueblos originarios.