“Pese a todos los esfuerzos que realizamos por
tener un lugar en el podio de la paternidad, por primera vez comienzo a
comprender que nunca seré madre. Nunca sabré lo que es llevar un hijo en mi
vientre, nunca podré sentir que con mi presencia su llanto se calma y nunca
podré verlo correr a mis brazos y decirme “mamá”.
Así parte la primera novela de Victoria
Valenzuela, sicóloga y escritora chilena que relata la historia de una mujer
que cambia radicalmente su visión de la vida al recibir un diagnóstico de
infertilidad. A partir de eso, Ana –la protagonista- inicia un recorrido por
las frustraciones de vivir una en una sociedad centrada en el concepto más
convencional de familia, enfrentando sus propias culpas y las imposiciones
sociales. La novela entrega además un mensaje positivo que reafirma el rol de
la mujer más allá de maternidad, la capacidad de reinventarse y la capacidad de
vencer cualquier límite.
El reloj biológico corre y las
presiones familiares y sociales aumentan para las mujeres en edad reproductiva
que aún no tienen hijos. Incertidumbre y “descontextualización”, son algunas de
las sensaciones que experimentan quienes sufren de esta enfermedad que afecta a
250 mil parejas chilenas.
En 2009 la Organización Mundial de la Salud
(OMS) declaró la infertilidad como una enfermedad, cuyos efectos sicológicos y
sociales son similares a los de vivir con VIH. Pese a lo crudo que resulta esta
afirmación, es poco lo que se habla sobre este tema. Más allá de las alternativas
médicas y los tipos de tratamientos a disposición, la infertilidad se ha
transformado en una verdad incómoda, que afecta al 14% de las parejas en edad reproductiva
(MINSAL).
“En nuestros tiempos y por la
vida moderna, que se caracteriza por el estrés, malos hábitos y la postergación
de la maternidad, cada vez es más frecuente que las personas tengan
dificultades para tener hijos. Cuando una pareja decide hacer vida en común, es
normal que comiencen a escuchar la pregunta ‘¿Y cuándo ustedes?”, señala la
coach y escritora Victoria Valenzuela, autora de Con permiso para amar. En el libro, publicado por Ediciones B, relata
la vivencias de Ana, una mujer que experimenta esa, hasta entonces, impensada
situación.
En sociedades tradicionales como
las chilenas, ancladas en valores vinculados a la familia convencional, un
diagnóstico de infertilidad puede caer como un verdadero balde de agua fría. La
incertidumbre de cuál es el mejor camino a seguir para intentar revertirlo,
sumado al alto costo de los tratamientos -que promedian los 5 millones de pesos
por intento en caso de los de alta complejidad-hacen de éste un desafío difícil
de sortear.
“Ante este panorama, muchas mujeres
y sus parejas optan por el hermetismo, debiendo afrontar en soledad el doloroso
proceso de los tratamientos, por temor a ver afectada su imagen pública y al juicio
social. Esto genera un estrés adicional que repercute en la pareja en forma de
desgaste, aislamiento y que puede precipitar un quiebre en el futuro. Por este
motivo yo recomiendo socializarlo en el círculo cercano para descomprimir las
presiones y compartir con la red de apoyo el incierto y duro camino por el que
se atraviesa”, comenta la autora.
Una de las mayores presiones que
reciben las mujeres es la del “reloj biológico”, un fenómeno que se trivializa
pero que está científicamente comprobado, que incide fuertemente en las mujeres
en edad fértil. Se trata de una disposición genética que actúa en prácticamente
todos los seres vivos a través del sistema endocrino, que predispone a una
suerte de “urgencia” por procreación. Este fenómeno también es conocido como
¨baby fever”, y ha sido estudiado desde los años 60.
A esta condición biológica se
suman factores relacionados a las creencias culturales.
Sociedades como las europeas, en
donde existe una mayor amplitud de estilos de vida, es más aceptado que una
pareja decida constituir un núcleo de a dos. En Chile, pese a que se reconocen diversos
sistemas familiares como monoparentales, familias ensambladas (los tuyos, los
míos, los nuestros) o extendidas (abuelos y/o tíos presentes), aún resulta
difícil concebir un proyecto de vida en el que los hijos no sean parte del plan
futuro.
“Desde muy pequeños se nos
inculca que ‘algún día seremos padres’ y en cierta forma se nos educa para
planificar nuestro proyecto de vida conforme a este mandato. Por este motivo,
cuando la pareja se ve enfrentada a un diagnóstico de infertilidad vive un
quiebre desestabilizador de sus bases más profundas”, agrega Victoria.
Victoria Valenzuela, entrega
algunas de las claves para aquellas mujeres que se inician en el incierto
camino de la búsqueda de la maternidad o para las que tomaron la decisión de
detener los intentos, ya sea por motivos biológicos, económicos o por el
bienestar personal.
Para comenzar, hay que elegir
las amistades y los círculos sociales. Es decir, hay que ser selectivos a la hora de compartir el tiempo. Se pasa mucho
mejor con personas abiertas y menos tradicionales en las que los hijos son una
parte importante, pero no lo son todo en la vida.
También, hay que pedir toda la
ayuda necesaria. No encerrarse con el problema.
“No me refiero únicamente a la
intimidad de la terapia, sino además del entorno que nos rodea. La invitación, es
a derribar los juicios que habitan en nuestro observador y sorprendernos con la
respuesta que podemos recibir de vuelta. Es decir, se trata de no cerrar
puertas, sino que de abrir la mayor cantidad de opciones posibles”, comenta
Valenzuela.
Otra herramienta válida es diseñar
una vida anclada en lo que a cada uno le hace feliz. Aunque ciertos estudios digan lo contrario, es una realidad que
las familias con uno o sin hijos, tienen más recursos para hacer cosas que para
las más numerosas son impensadas. Además al no tener el imperativo económico de
generar más recursos suele vivirse con mayor libertad.
Según la autora, es importante empoderarse
del proceso de búsqueda, ampliando el espectro de alternativas.
“Es importante tomar conciencia
corporal y espiritual para no perder el eje y obsesionarse en el proceso. Esto
va a permitir poner límites, profundizar y elegir el mejor camino, teniendo
mayor conciencia de los costos emocionales y económicos implicados. La cuestión es empoderarse y exigir
explicaciones, alternativas y aclaraciones. Si no investigamos y nos entregamos
a ojos cerrados, el campo de posibilidades se restringe”.
Finalmente, Victoria Valenzuela
explica que “es clave encontrar el deporte y una vida sana. Eso permite
sentirte revitalizada, llena de energías y reafirmar la autoestima en tanto tu
identidad de mujer, que es muchísimo más amplia que ser madre”.
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