Resulta curioso, por
decir lo menos, que al cumplirse el primer cuarto del siglo XXI estemos apenas
celebrando el trigésimo aniversario del Día del Libro, tomando en consideración
como hito fundante la fecha consensuada por la UNESCO en 1995, que a partir de
ahí convirtió en mundial esta celebración y tributo de paso, al bien merecido
derecho de autor.
Si bien, hurgando en la
historia reciente, podríamos encontrar como circunstancia que su origen data de
1926 —cuando el escritor español Vicente Clavel Andrés propuso la efeméride a
la Cámara Oficial del Libro de Barcelona— aún nos quedamos cortos para festejar
a tan longeva creación humana.
Es más, que el 23 de abril se
deba al irreprochable homenaje al coincidente fallecimiento, en el siglo XVII,
de Cervantes, Shakespeare y Garcilaso de la Vega, este hecho hace que continúe
resultando tardío el festejo en proporción a la magnitud de años con que el
libro nos acompaña como soporte y vehículo del conocimiento y de la creación
artístico-literaria.
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César Altermatt V., Coordinador editorial de Ediciones UACh. |
Más allá de la fecha de la
UNESCO, somos herederos del tributo que hicieron al libro los precursores de
las bibliotecas de Pérgamo y Alejandría y, tal como consignó sabiamente en el
siglo primero Plinio el Viejo, “A no ser por los libros, la cultura humana
sería tan efímera como lo es el hombre”.
Sigamos leyéndolos.
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