Con esto, el repositorio de la entidad universitaria se transforma en el primero de este tipo oficializado en el país, lo que tiene real importancia para el desarrollo de las ciencias planetarias.
«Pelom kura» en mapudungun (o «Piedra
luz»), es el nombre que lleva este repositorio en honor a la estela de luz que
dejan los meteoritos al atravesar la atmósfera, y que hoy en día alberga unos
30 ejemplares oficialmente clasificados.
“Este reconocimiento internacional es una
gran noticia porque es el único repositorio oficial en Chile. Significa que
ahora podemos albergar en el país especímenes de referencia y no enviarlos a
repositorios extranjeros.
Para transformarnos en un repositorio
oficial internacional, la colección debe pertenecer a una institución
reconocida por sus actividades científicas y/o educación, contando con personal
con trayectoria demostrada en ciencias planetarias.
Al mismo tiempo, Corgne explicó que “Chile es reconocido internacionalmente por ofrecer superficies idóneas para el hallazgo de meteoritos.
Estas superficies se encuentran principalmente en el
desierto de Atacama y, al ser muy antiguas y expuestas a un clima árido,
permiten la preservación y acumulación de meteoritos en el tiempo.
Estas condiciones excepcionales hacen que
varios meteoritos se hayan mantenido en la superficie por mucho tiempo, hasta
varios millones de años”, dijo el geólogo.
En paralelo, el experto comentó que en la
última década se han comenzado a realizar expediciones científicas de colecta
de meteoritos, tanto a nivel nacional como por laboratorios extranjeros, con la
finalidad de obtener información de alto valor dado que se mantienen en forma
esencialmente prístina, “por lo que son mensajeros directos de los procesos
geológicos que ocurrieron en otros cuerpos planetarios”.
En paralelo, también ha crecido el número
de cazadores de “meteoritos chilenos» tanto nacionales como extranjeros. Sin
embargo, para formalizar el hallazgo de un nuevo meteorito y luego comercializarlo,
o realizar estudios científicos, es necesario que expertos lo clasifiquen
formalmente.
Al no contar con un
repositorio oficial en el país, estas muestras de referencia no se guardaban en
Chile.
“Para evitar esta tremenda pérdida y
favorecer el desarrollo en Chile de la meteorítica (la disciplina científica
que se enfoca en el estudio de los meteoritos), era clave mantener una
colección oficial en Chile. Eso requería la creación de un repositorio
reconocido por la Meteoritical Society.
Hoy día se hace realidad. Podemos mantener en nuestro país un verdadero patrimonio para las ciencias planetarias.
Por otra
parte, con el repositorio potenciamos el trabajo colaborativo con los cazadores
de meteoritos. Ahora no deben enviar al extranjero sus especímenes tipos y
otras muestras para clasificación.
Todo este material ofrece tremendas
oportunidades para desarrollar proyectos de alto valor científico. Todos
ganamos con la oficialización del repositorio de meteoritos de la UACh”,
resaltó Corgne.
El reconocimiento de la colección es fruto
de varios años de trabajo, en el que se han logrado establecer colaboraciones
científicas con diversos académicos e instituciones nacionales y extranjeras.
En la actualidad el repositorio cuenta con
una treintena de ejemplares oficialmente clasificados, una decena de muestras
en proceso de clasificación, a los que se sumarán algunos provenientes de las
colaboraciones, de cazadores de meteoritos y de las nuevas expediciones que
realizarán los investigadores de la UACh, por tanto, la expectativa de los
académicos es favorable respecto del crecimiento de la misma.
Solamente 0,8% de los meteoritos son ureilitas (9 hallazgos en Chile) y 0,5%
son howarditas (4 hallazgos en Chile).
“Aún sigue un misterio el origen de los ureilitas, éstas son rocas similares a las del manto terrestre, pero se diferencian por contener grafito y microdiamantes.
Por otro lado, se piensa que
las howarditas son meteoritos que provienen del asteroide Vesta, el tercer
asteroide más grande del cinturón de asteroides.
Otros meteoritos de interés incluyen fragmentos metálicos de núcleos de asteroides u otros que contienen compuestos orgánicos precursores de la vida”, finalizó Corgne.
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