Usuaria del Instituto de Desarrollo
Agropecuario (INDAP), la cultora afirma que por la influencia de su madre, la
reconocida cestera Graciela Castillo Araya, fallecida en 2016, “era imposible
no ser artesana”. De ella aprendió este oficio y a su lado tejió su primer
canasto, cuando tenía solo 8 años.
Luego la acompañó en los talleres que ella
realizaba en la Región de Coquimbo y fue atesorando sus enseñanzas: “Mi mamá
tejió la totora toda su vida y sus técnicas y detalles fueron quedando en mi
retina”.
De adolescente Marta entró a la
universidad a estudiar ingeniería en minas, pero luego de visitar un yacimiento
salió corriendo: “no era lo mío”. Luego intentó con programación en
computación, pero tampoco le gustó. De ahí tomó un curso de operadora telefónica
y trabajó tres años en esa tarea, hasta que, con su marido, técnico en
mantención mecánica, tuvieron el primero de sus tres hijos.
“Como me encantaba ser mamá, lo ideal era
estar en casa, así que me puse a trabajar con mi madre en forma más comercial,
haciendo una mayor cantidad de artículos para ir a las ferias de la Plaza
Gabriel González Videla, en La Serena”, recuerda Marta.
De ahí saltaron a la Muestra de Artesanía
UC, en 1996, donde participó junto a su madre hasta que ella falleció.
“Ése fue un momento duro –cuenta–, porque nos complementábamos bien y hacíamos una dupla muy afiatada. Sentía pena por no tenerla a mi lado, por su ausencia; me dolía la orfandad y me faltaba una parte importante en el proceso, pero otros artesanos que habían pasado por lo mismo me dieron fortaleza. Ya va a pasar, me dijeron, tienes que seguir adelante”. Y así lo hizo.
Con el paso del tiempo Marta fue innovando
y su vuelo artístico la llevó a obtener en 2019 el Sello de Excelencia a la
Artesanía, que entregan el Ministerio de la Cultura, las Artes y el Patrimonio
y la Pontificia Universidad Católica de Chile, con patrocinio de la Unesco.
Fue por su obra “La Ronda”, un homenaje a
los 130 años del natalicio de Gabriela Mistral. Se trata de cinco imágenes de
niños hechas a mano alzada con método de embarrilado y envueltas en un manto de
olas.
La artesana cuenta que durante este tiempo
de pandemia trabajó solo en pedidos específicos, para replicar esta obra y
hacer canastos y lámparas. También entregó algunos productos a la Fundación
Artesanías de Chile, se dedicó a pensar nuevas creaciones e impartió un taller
para campesinas del Programa Mujeres Rurales INDAP-Prodemu de Paihuano, quienes
ya están comercializando sus artículos en Pisco Elqui.
“Yo vivo de esto. Me levanto, hago las
cosas de la casa y comienzo a trabajar. Tengo mis horarios”, dice Marta, quien
cosecha en su predio del sector Aguas Buenas la totora hembra que va a usar.
La corta en verde durante luna menguante y la pone a secar siete días al sol; luego le da vuelta y la seca otros siete días. De ahí, arma gavillas con lo que le cabe en la mano y con ocho de estos moños forma un achón, que va guardando en su bodega para que la materia prima se mantenga fresca y seca.
Sus planes hoy son mantener el legado de
su madre, seguir haciendo talleres y, ojalá, poder mostrar la cestería en
totora, “la artesanía por excelencia de la Región de Coquimbo”, en otros
países.
“Esos son mis deseos para este oficio que
llena mi vida y mis pensamientos”, dice la maestra.
La muestra de Marta Godoy en el Centro Cultural Montecarmelo será inaugurada el lunes 13, en paralelo con una exposición de artesanos en mimbre de la comuna de Coihueco, Región de Ñuble, por la alcaldesa de Providencia, Evelyn Matthei y el director nacional de INDAP, Carlos Recondo.
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