Mauricio Celedón Bañados, fundador y director del Teatro del Silencio, ha sido postulado al Premio Nacional de Artes escénicas y de representación audiovisuales 2021 quien, el 24 de enero de 2018 recibió la orden al mérito Pablo Neruda, máxima distinción que entrega el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes, por su valioso aporte y contribución a las artes escénicas.
Él, junto al muralista de la Brigada Ramona Parra Alejandro Mono González en Artes Plásticas, han sido presentados por la Universidad Academia de Humanismo Cristiano.
Hugo Osorio, decano de la facultad de Artes de esa
universidad, enfatiza que “ambos tienen un desplazamiento del soporte y eso lo
hace ser muy interesante.
Celedón, hace un desplazamiento hacia otros lugares
donde el teatro no había circulado con tanta fuerza y ocupando, dos tendencias
que en Chile habían quedado bastante invisibilizadas: el tema de la pantomima,
que es una gran tradición y el circo, que siempre ha sido un arte popular”,
Desde París, donde reside hace 40 años, Mauricio
responde que “la nominación al premio nacional es un gran honor para mí y si
ese premio me fuera otorgado, me daría mucha fuerza para continuar mi trabajo
de talleres gratuitos en las comunas más pobres de Chile y en todo el país.
Talleres que el Teatro del Silencio empezó a realizar desde los años 90.
Dapertutto |
Pero más allá de mí o del Teatro del Silencio, sería
un símbolo fuerte, de gran esperanza y reconocimiento para las artes del
silencio, de la calle, del circo, para las artes que buscan acercarse en plena
libertad a los ciudadanos de cualquier origen y de cualquiera clase social, en
un momento que se cristaliza la comunidad para compartir arte y reflexionar y
que tratan de humanizar, nuestros espacios públicos”.
Aquí, se levanta una escena siempre inclusiva y participativa. El Teatro del Silencio se levanta a partir de talleres con jóvenes de la misma comunidad.
Un espectáculo levantado sobre registros
universales colectivos que van desde la pantomima, el baile, el canto y la
música, el lenguaje y la estética circense. ¡Todos podemos cantar, todos bailar
y todos representar! Es esto, por un lado.
Pero tal vez su mayor particularidad es la búsqueda de
un entorno popular, históricamente excluido, para levantar el montaje. Es aquí,
en la profundidad del territorio, donde se produce la fusión de la representación
escénica con la cultura propia y singular del territorio.
Mauricio Celedón es el fundador de la compañía Teatro
del Silencio.
Su formación de mimo, comenzó con el destacado maestro
chileno Noisvander, en el Teatro Petropol y continuó en París con los maestros
Etienne Decroux y Marcel Marceaux.
La propuesta de esta compañía, fue realizar montajes
de teatro gestual basado en la pantomima clásica y en danza moderna, pero en
donde la técnica se pone al servicio de la historia teatral contada.
Entre los elementos que la crítica especializada
destacó de la propuesta teatral de Celedón y su grupo, se encuentran la emoción
que conlleva el gesto, la cuidada caracterización de los personajes, la
inclusión de música en vivo, la escenografía sencilla y transportable que les
permitió montar sus espectáculos en lugares populares y masivos, y la
utilización de la acrobacia como un lenguaje más al servicio de la historia.
El núcleo de su obra, lo hallamos no solo en el
lenguaje, la estética y las formas de representación. Es también el contenido,
un relato poético universal, clásico, representado en imágenes y códigos
populares.
Taca Taca Mon Amour |
Un ejercicio que conlleva maestría y emoción, que han
dejado no solo al público muchas veces maravillado sino también a una exigente
crítica.
“Pierre Tchernia, apodado en Francia Monsieur
Cinéma no es más que amabilidad y humor con Celedón. Asistió a un
festival durante dos días, representando a la Sociedad francesa de Autores y
Compositores Dramáticos. Y su entusiasmo por lo que ha visto es elocuente.
¿Alice Underground? Simplemente genial. ¿Mauricio Celedon?” un visionario” (…)
(2000)
En Chile, el crítico Pedro Labra dijo sobre Malasangre
el 2010: “Brillante obra Maestra”. Y, otra vez en Francia, el ministro de
Cultura Fréderic Miterrand dijo aquel mismo año sobre Emma Darwin: “La calidad
del espectáculo fue realmente destacable. Fue muy sorprendente y muy hermoso.
Conozco Chile y su historia, pero lo que vi fue una fuerza sorprendente creada
con mucha inteligencia”.
Dos o tres reseñas obtenidas de un dossier con decenas
de recortes que Mauricio mantiene en su archivo.
Todo autor y toda obra se mueve en su contexto social
y bajo los pliegues de la historia. En este caso, tenemos también movimiento y
geografía, global y territorial.
Una escena que va desde los primeros años de la
transición chilena y la proclama de Celedón, levantada desde las calles y entre
su multitud de actores y actrices, bailarinas y trapecistas para clamar por la
libertad de los presos políticos durante el gobierno de Patricio Aylwin.
Muchos años más tarde, monta Doctor Dapertutto, una
crítica a los totalitarismos y fundamentalismos ideológicos, una obra sobre el
director de teatro ruso Meyerhold (1874-1940) asesinado en la era de Stalin.
Como creador libre, fue perseguido por el régimen y
fusilado. Mauricio Celedón no está solo para contarnos la vida de Meyerhold,
sino para hacer un relato sobre el fanatismo y la intolerancia presente allá y
en cualquier territorio.
Hay momentos de gran intensidad y simbolismo en Alice
Underground. Son años de una creación desatada, de una imaginación que toca
referentes jamás vistos en la representación escénica. Una Alicia, que se hunde
en agujeros que llevan a fosas comunes, a dictadores y políticos soñadores, a
un delirio político más agudo y perverso que la narración de Lewis Caroll.
La obra se presentó en muchos lugares del mundo. Y
también en Santiago durante el caluroso verano del 2000. En una carpa de
circo levantada en el Estadio Nacional a pocos metros del otrora recinto de
detención y tortura, se excavaron agujeros en la tierra para la representación
de una Alicia que presenciaba y padecía la gran tragedia chilena en aquellos
años de transición ocultada en los subsuelos, bajo tierra.
Un momento y una obra magistral en el centro de la
política o antipolítica de los gobiernos de la Concertación.
El teatro de Celedón es el relato universal narrado
por un observador actual y localizado. Una relación siempre presente en su
obra.
“Yo pienso que en mis obras se siente un teatro
universal. Por supuesto, en mis raíces mestizas llevo adentro siempre esta
fuerza que me acompaña en mis creaciones”, aclara el actor.
La universalidad, que no es la construcción cultural
de Occidente, en su caso el desmontaje, la descolonización, la mirada mestiza
ha sido una relación natural en su obra.
Pero además te podría decir que me he fijado, aunque
tal vez no sea tan intencional o no haya sido una meta en sí, pero sea en
Europa o en el mundo, mis trabajos con el Teatro del Silencio son percibidos
por el público y la crítica como profundamente chilenos.
Expresan de alguna manera un alma latinoamericana.
Entre mi país de adopción Francia y mi país de origen Chile siempre he
mantenido lazos profundos, volviendo siempre a Chile, para compartir con el
público y con estudiantes mis investigaciones y trabajo”, añade Celedón.
La universalidad está en los clásicos, así como en el
espacio y tiempo de la representación. Es la fusión su impronta. Está en el
relato imbricado en la historia humana y su vinculación con el presente tanto o
más dramáticamente humano.
“Si bien me inspiro algunas veces en los clásicos o en
biografías históricas, siempre hay una “transposición” en ellas, que permiten
estar mirando el presente.
En Dante, el Infierno lo tomé inspirándome en la
guerra de las religiones que venía creciendo hasta que aparecieron, con mucha
fuerza, con los atentados terroristas en todo el mundo.
El Purgatorio me inspiré en Madre Coraje de Bertold. Brecht que representa el mercado de la guerra. En Paraíso, me inspiré en el consumo insensato del petróleo, en esa espiral mundial del consumo manejado por los poderosos.
Que es una especulación que hace sufrir, en especial, al pueblo.
Esto se entiende en un barrio pobre de Santiago o en un barrio de cualquier
lugar del mundo…porque las imágenes hablan más fuertes que las palabras” añade
el actor
El paso del Teatro del Silencio ha quedado impreso en
los barrios, en las localidades. Porque no es solo la puesta en escena sino la
incorporación a la comunidad. Es en parte el circo que levanta su carpa y se
anexa al pueblo para exhibir el espectáculo itinerante.
Pero su integración es más profunda. Teatro del Silencio
Es una puesta en escena participativa, que integra un
taller de teatro abierto a las comunidades con objetos e imágenes locales. La
obra se construye en las mismas comunidades y con ellas, como ha sido la
experiencia en muchos barrios de Santiago y, en especial, en la comuna de
Renca.
En octubre del 2019, Mauricio realizó talleres en
Renca para levantar una obra que se estrenó en la comuna durante el estallido
social. Aquella fue su última actividad antes de la pandemia. Una obra
levantada en un barrio que debiera marcar también el cierre de un ciclo de por
lo menos 30 años de permanente observación y presencia con los procesos
sociales chilenos.
Aquello que estalló en octubre del 2019 desde la
exclusión, desde los territorios, ha sido también el lugar habitual de
representación de su obra. La calle, el espacio urbano degradado, el
descampado, la plaza árida y polvorienta ha sido el sitio del Teatro del
Silencio. Es la zona que encendió la mecha del estallido chileno.
Mauricio Celedón no viene a Chile desde el estallido social. Confinado como todos por la pandemia en París, esboza un nuevo proyecto y espera en tranquilidad, el transcurso de su postulación al premio nacional de las Artes de la Representación y Audiovisuales.
Por ahora, transcurre la pandemia, la postulación y los borradores para una nueva obra.
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