Estos restos, datados entre 22
y 20 millones de años, pertenecen al Mioceno temprano y constituyen una
evidencia inesperadamente tardía de bosques en la Antártica occidental.
El estudio, titulado “Los
macrofósiles de plantas neógenas de la Antártica occidental revelan la
persistencia de los bosques de Nothofagaceae hasta principios del Mioceno” da
a conocer que bosques tipo tundra dominados por Nothofagus, familia de
árboles a la que pertenecen especies como robles, coihues, ñirres y raulíes, se
mantuvieron en la Antártica mucho después del inicio de la gran glaciación del
Cenozoico tardío.
El hallazgo amplía el registro
de este linaje vegetal, remanente del supercontinente Gondwana. Su presencia en
la Antártica se extiende ahora desde el Campaniano, hace unos 80 millones de
años, hasta comienzos del Mioceno, hace unos 23 millones de años.
Desde esta prolongada historia
evolutiva, las poblaciones antárticas contribuyeron a la dispersión del género
hacia Oceanía —Nueva Zelandia, Australia y Nueva Caledonia— y hacia Sudamérica,
particularmente hacia Chile y Argentina, poblaciones de las cuales descienden
los vestigios modernos en esas regiones distantes.
Las hojas fósiles descubiertas
representan el último registro macro fósil de vegetación leñosa en la Antártica
occidental antes de su congelamiento definitivo.
La edad de los fósiles fue
establecida con alta precisión mediante la datación Uranio-Plomo (U–Pb) de un
nivel de ceniza intercalado, que arrojó una edad promedio ponderada de 20,97 ±
0,22 millones de años.
Los resultados confirman que
durante el Mioceno temprano existió en la región una vegetación semejante a la
tundra, desarrollada en un ambiente glacio-marino.
Además, el trabajo cuestiona
los modelos que proponían una desaparición temprana y definitiva de los bosques
tras la transición Eoceno–Oligoceno, ocurrida hace aproximadamente 34 millones
de años.
A partir de esta nueva evidencia emergen dos posibles escenarios: la persistencia de estas plantas en refugios glaciares aislados o bien recolonizaciones episódicas durante intervalos climáticos relativamente más cálidos.
Importancia del descubrimiento
La relevancia del hallazgo
radica en que la Antártica está cubierta en un 98 % por hielo, lo que hace que
su registro fósil sea escaso y fragmentario. Hasta ahora, la mayor parte de la
evidencia neógena proveniente de la Antártica occidental se basaba en estudios
de polen (palinología), un material que puede ser transportado a largas
distancias por el viento y que no necesariamente refleja la vegetación
local.
Los macrofósiles presentados en este estudio eliminan esa incertidumbre y permiten extender la historia documentada de Nothofagus en ecosistemas antárticos.
“Estos fósiles
sugieren que los bosques de Nothofagus resistieron o regresaron a la
Antártica occidental millones de años después del inicio de la gran
glaciación”, afirma Joaquín Bastías-Silva, autor principal de esta
publicación.
Por su parte, Leppe agrega que
“comprender cuándo y cómo desaparecieron los bosques antárticos es clave para
entender una de las mayores transformaciones del paisaje biológico y físico del
planeta: la glaciación final de Antártica”.
La formación Cabo Melville
conserva sedimentos glacio-marinos con dropstones y una rica fauna
marina, a los cuales ahora se suma evidencia de flora de Nothofagus correspondiente
al Mioceno temprano.
El trabajo se basó en una
prospección y recolección de macrofósiles realizada durante enero y febrero de
2023 en el marco de la Expedición Científica Antártica (ECA 59) organizada por
el Instituto Antártico Chileno (INACH).
Este estudio congregó a
investigadoras e investigadores de Chile, Suiza, Nueva Zelandia y China. El
equipo estuvo compuesto por Joaquín Bastías-Silva (Universidad Santo Tomás /
Universidad de Ginebra), Marcelo Leppe (Centro GEMA, Universidad Mayor), Leslie
Manríquez y Cristine Trevisan (INACH), Bethany R. S. Fox y Matthias Magiera
(Universidad of Huddersfield/Salford, Reino Unido), Gary Wilson (University of
Otago/Waikato, Nueva Zelandia), Lorenzo Tavazzani, Cyril Chelle-Michou y Dawid
Szymanowski (ETH Zürich), Liang Gao (Universidad de Geociencias–Beijing),
Héctor Mansilla (INACH), Carolina Silva (Universidad Santo Tomás), Francisco
Hervé (Universidad Andrés Bello) y Claudio Tapia (Universidad Católica de
Temuco), entre otros especialistas.
El estudio fue financiado por
la Swiss National Science Foundation, el proyecto “Glaciaciones de Antártica
durante el Cenozoico: determinando su edad con geocronología de alta precisión,
proveniencia y modelamiento térmico” (RT-01-22) del INACH, Núcleo Milenio
EVOTEM con financiamiento de la ANID y diversos fondos nacionales e
internacionales.
El INACH es un organismo técnico del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo lo relacionado con asuntos antárticos de carácter científico, tecnológico y de difusión.
El INACH cumple con la Política Antártica Nacional incentivando el desarrollo de la investigación de excelencia, participando efectivamente en el Sistema del Tratado Antártico y foros relacionados, fortaleciendo a Magallanes como puerta de entrada al Continente Blanco y realizando acciones de divulgación del conocimiento antártico en la ciudadanía. El INACH organiza el Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN).





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