jueves, 11 de diciembre de 2025

Hojas fósiles revelan que bosques de Nothofagus sobrevivieron en la Antártica incluso después de la gran glaciación

 Un equipo internacional liderado por los investigadores nacionales Joaquín Bastías-Silva (Universidad Santo Tomás y Universidad de Ginebra, Suiza) y Marcelo Leppe (Universidad Mayor) reportó el hallazgo de hojas fósiles del género Nothofagus en la formación Cabo Melville, isla Rey Jorge.

Estos restos, datados entre 22 y 20 millones de años, pertenecen al Mioceno temprano y constituyen una evidencia inesperadamente tardía de bosques en la Antártica occidental.

El estudio, titulado “Los macrofósiles de plantas neógenas de la Antártica occidental revelan la persistencia de los bosques de Nothofagaceae hasta principios del Mioceno” da a conocer que bosques tipo tundra dominados por Nothofagus, familia de árboles a la que pertenecen especies como robles, coihues, ñirres y raulíes, se mantuvieron en la Antártica mucho después del inicio de la gran glaciación del Cenozoico tardío.

El hallazgo amplía el registro de este linaje vegetal, remanente del supercontinente Gondwana. Su presencia en la Antártica se extiende ahora desde el Campaniano, hace unos 80 millones de años, hasta comienzos del Mioceno, hace unos 23 millones de años. 

Estos bosques, que surgieron en tiempos de los dinosaurios y resistieron múltiples cambios climáticos, perduraron en el Continente Blanco, entonces aún verde, durante cerca de 60 millones de años, antes de desaparecer cuando el hielo se instaló definitivamente.

Desde esta prolongada historia evolutiva, las poblaciones antárticas contribuyeron a la dispersión del género hacia Oceanía —Nueva Zelandia, Australia y Nueva Caledonia— y hacia Sudamérica, particularmente hacia Chile y Argentina, poblaciones de las cuales descienden los vestigios modernos en esas regiones distantes.

Las hojas fósiles descubiertas representan el último registro macro fósil de vegetación leñosa en la Antártica occidental antes de su congelamiento definitivo.

La edad de los fósiles fue establecida con alta precisión mediante la datación Uranio-Plomo (U–Pb) de un nivel de ceniza intercalado, que arrojó una edad promedio ponderada de 20,97 ± 0,22 millones de años.

Los resultados confirman que durante el Mioceno temprano existió en la región una vegetación semejante a la tundra, desarrollada en un ambiente glacio-marino. 

Además, el trabajo cuestiona los modelos que proponían una desaparición temprana y definitiva de los bosques tras la transición Eoceno–Oligoceno, ocurrida hace aproximadamente 34 millones de años. 

A partir de esta nueva evidencia emergen dos posibles escenarios: la persistencia de estas plantas en refugios glaciares aislados o bien recolonizaciones episódicas durante intervalos climáticos relativamente más cálidos. 

Importancia del descubrimiento

La relevancia del hallazgo radica en que la Antártica está cubierta en un 98 % por hielo, lo que hace que su registro fósil sea escaso y fragmentario. Hasta ahora, la mayor parte de la evidencia neógena proveniente de la Antártica occidental se basaba en estudios de polen (palinología), un material que puede ser transportado a largas distancias por el viento y que no necesariamente refleja la vegetación local. 

Los macrofósiles presentados en este estudio eliminan esa incertidumbre y permiten extender la historia documentada de Nothofagus en ecosistemas antárticos. 

“Estos fósiles sugieren que los bosques de Nothofagus resistieron o regresaron a la Antártica occidental millones de años después del inicio de la gran glaciación”, afirma Joaquín Bastías-Silva, autor principal de esta publicación. 

Por su parte, Leppe agrega que “comprender cuándo y cómo desaparecieron los bosques antárticos es clave para entender una de las mayores transformaciones del paisaje biológico y físico del planeta: la glaciación final de Antártica”.

El contexto geológico de la región muestra tres grandes etapas: sedimentación marina profunda durante el Jurásico y Cretácico temprano; volcanismo y floras exuberantes durante el Eoceno; y depósitos glaciares e interglaciares desde la Transición Eoceno–Oligoceno.

La formación Cabo Melville conserva sedimentos glacio-marinos con dropstones y una rica fauna marina, a los cuales ahora se suma evidencia de flora de Nothofagus correspondiente al Mioceno temprano.

El trabajo se basó en una prospección y recolección de macrofósiles realizada durante enero y febrero de 2023 en el marco de la Expedición Científica Antártica (ECA 59) organizada por el Instituto Antártico Chileno (INACH). 

Este estudio congregó a investigadoras e investigadores de Chile, Suiza, Nueva Zelandia y China. El equipo estuvo compuesto por Joaquín Bastías-Silva (Universidad Santo Tomás / Universidad de Ginebra), Marcelo Leppe (Centro GEMA, Universidad Mayor), Leslie Manríquez y Cristine Trevisan (INACH), Bethany R. S. Fox y Matthias Magiera (Universidad of Huddersfield/Salford, Reino Unido), Gary Wilson (University of Otago/Waikato, Nueva Zelandia), Lorenzo Tavazzani, Cyril Chelle-Michou y Dawid Szymanowski (ETH Zürich), Liang Gao (Universidad de Geociencias–Beijing), Héctor Mansilla (INACH), Carolina Silva (Universidad Santo Tomás), Francisco Hervé (Universidad Andrés Bello) y Claudio Tapia (Universidad Católica de Temuco), entre otros especialistas. 

El estudio fue financiado por la Swiss National Science Foundation, el proyecto “Glaciaciones de Antártica durante el Cenozoico: determinando su edad con geocronología de alta precisión, proveniencia y modelamiento térmico” (RT-01-22) del INACH, Núcleo Milenio EVOTEM con financiamiento de la ANID y diversos fondos nacionales e internacionales. 

El INACH es un organismo técnico del Ministerio de Relaciones Exteriores con plena autonomía en todo lo relacionado con asuntos antárticos de carácter científico, tecnológico y de difusión.

 El INACH cumple con la Política Antártica Nacional incentivando el desarrollo de la investigación de excelencia, participando efectivamente en el Sistema del Tratado Antártico y foros relacionados, fortaleciendo a Magallanes como puerta de entrada al Continente Blanco y realizando acciones de divulgación del conocimiento antártico en la ciudadanía. El INACH organiza el Programa Nacional de Ciencia Antártica (PROCIEN).

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