Además, el mal abarca todo, desde las motivaciones internas de un individuo hasta
las estructuras y conflictos de las sociedades, mostrando su naturaleza
transversal y profunda.
El mal es una fuerza que moldea pensamientos, emociones y acciones
individuales y colectivas, una realidad que se manifiesta constantemente en la
historia y que invita a reflexionar cómo la comprensión y la lucha contra el
mal, requieren
un análisis que va más allá de lo superficial abarcando la complejidad de la condición humana y la
organización social.
Pensar en el contexto actual de violencia
el problema de la banalidad del mal formulado por la filósofa alemana Hannah
Arendt,1 nos
reta a preguntar ¿cuáles son los dispositivos que vuelven trivial el acto de
mirar la vida como algo a quien cualquiera puede dar muerte?
"La banalidad del mal" es
un concepto de Hannah Arendt que describe cómo personas aparentemente
normales pueden cometer actos atroces sin malicia ni fanatismo, sino por una
falta de pensamiento crítico, obediencia ciega y conformidad con un sistema
burocrático.
La niña Ámbar
En agosto de 2020, tras estar desaparecida
8 días, los restos de la adolescente Ámbar Cornejo de 16 años aparecieron en la
casa de Hugo Bustamante -ubicada en la ciudad de Villa Alemana, en la
región de Valparaíso-, quien en ese momento era la pareja de la madre de
Ámbar, Denise Llanos.
La joven -que desde pequeña se enfrentó a
la vulnerabilidad y la desprotección de una familia disfuncional- había ido
hasta esa casa para recoger la pensión alimenticia que todos los meses le
enviaba su padre. Pero ese mes de agosto, nunca salió de allí.
Cuando se supo que Ámbar había sido
víctima de un horrible asesinato cometido Bustamante -y en el que también
participó su madre-, Chile entero se indignó.
Y es que Bustamante tenía unos
antecedentes aterradores: en 2005 había sido condenado por el homicidio de su
expareja, Verónica Vásquez, y el hijo de esta, “Quenito”, de 9
años. A ella la asfixió, a él lo golpeó en el cráneo, y ocultó sus cuerpos
en el interior de un enorme tambor metálico, con cal, agua y yeso. Por eso se
le conocía como el “asesino del tambor”.
Aunque fue sentenciado a penas que sumaban
27 años de prisión por esos crímenes, sólo 11 años más tarde -en 2016- salió de
la cárcel con libertad condicional y volvió a vivir en el domicilio de su
familia en Villa Alemana.
“Le tengo un regalo… sobre su pregunta,
anote: Isabel Hinojosa y su hijo, Eduardo Páez”.
La frase es de Hugo Bustamante, psicópata
y asesino. Se la dijo a la periodista chilena Ivonne Toro el 4 de agosto del
2023, que lo entrevistó en la cárcel, mientras estaba escribiendo su libro
"La Niña Ámbar", una investigación sobre la muerte de la adolescente
chilena Ámbar Cornejo, a quien Bustamante abusó, violó, asesinó y
descuartizó.
No sabía lo que significaba. Sólo sabía
que había una pregunta que Bustamante no le había respondido nunca: “¿Has
matado a alguien más?”.
Investigación a fondo
La periodista Ivonne Toro siguió el caso
de Ámbar Cornejo de cerca, dedicó 4 años a su investigación, revisó casi 8.000
páginas de expedientes judiciales, más de 100 entrevistas que en su conjunto le
mostraron una oscuridad absoluta y horrores que no conocía.
En 2019 su madre inició una relación
amorosa con Hugo Bustamante, un psicópata y asesino que había salido con
libertad condicional de la Cárcel de Valparaíso. Entre ambos planificaron el
homicidio de Ámbar. Ella lo facilitó, él lo ejecutó.
Al leer la investigación publicada por Editorial
Catalonia, se percibe, claramente, la rabia de la periodista al escribir la
historia porque le impactó el hecho que a pesar de que la niña a sus dieciséis
años de vida, había sido víctima de abusos sexuales, había pedido ayuda toda su
vida y estaba en un programa del Servicio Nacional de Menores (Sename), donde doce
jueces habían decidido sobre su destino pero, a pesar de ello la
institucionalidad estatal creada para proteger los derechos de la infancia
fracasó e igual quedó en el desamparo.
Mientras tanto, su asesino era un hombre que
debió haber estado cumpliendo condena. Entonces la gran pregunta que se hizo la
autora y que al mismo tiempo se hace el lector es ¿qué pasó aquí? ¿por qué la
niña estaba desprotegida y Bustamante libre?”.
“En ese momento llegué a la conclusión de
que este caso reflejaba un problema institucional profundo. El Estado de
Chile no hizo su trabajo. Y esa es la historia que yo me propuse
reconstruir”, señaló la periodista en una entrevista.
Banalización del mal
Lo otro que molesta al lector, es la
banalidad con que Hugo Bustamante y Denise Llanos fraguaron, ejecutaron el
crimen y luego se fueron de camping como si no hubiera ocurrido nada. Fue una
forma de mirar de manera trivial el crimen cometido, como si esa práctica de
terror hubiera sido un hecho cotidiano sin ninguna trascendencia.
Y la postura de ambos asesinos fue como un
síntoma de una trivialización del mal, de una indiferencia hacia el dolor del
hermano de Ámbar que también sufrió un daño innecesario, del dolor del padre y
la abuela de Ámbar que no pudieron protegerla.
Ese dolor también lo sufrió la periodista
que escribió el libro y que, de alguna forma, también se convirtió en víctima
de personas que hicieron tanto daño, que nunca han mostrado un mínimo de
arrepentimiento.
Es tano el dolor que transmite la
periodista, que por momentos el lector cree que está a punto de traspasar la
delgada línea que hay entre lo personal y el trabajo periodístico, que exige
cierta distancia para no perder la objetividad del trabajo.
Y con mucho esfuerzo, logra mantener una
objetividad subjetiva, es decir, a pesar de su rabia por enfrentarse al
desamparo de Ámbar frente al mal, logra realizar un trabajo de investigación serio
y responsable, plagado de sorpresas que llevará a los lectores a explorar los
rincones más oscuros de la mente y que da a conocer no solo como dos personas
pueden caer en una banalización total del mal, sino como todo un Estado fracasa
en su objetivo de proteger a la infancia.
También, permite que los victimarios den
su versión de los hechos sin dirigir las entrevistas, permitiendo que los
lectores se involucren emocionalmente con el tema y (que fue lo que me sucedió)
exista un rechazo social y emocional hacia ellos.
Este libro es una llamada de atención sobre los síntomas históricos del fracaso del Estado chileno en su misión de proteger la dignidad de la vida de niños, niñas y jóvenes antes de que la banalización de la dignidad de la vida misma se convierta en rutina.

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