miércoles, 31 de diciembre de 2025

La niña Ámbar: con el asesino enfrente

 El mal ha sido una preocupación central en la filosofía, religión y literatura desde el inicio de la civilización, y sigue siéndolo hoy, ante niveles de violencia y desafíos contemporáneos porque no es solo un concepto para debatir, sino una fuerza que impacta directamente la vida, influyendo en la psique (pensamientos, sentimientos) y el comportamiento (actos) de personas y sociedades.

Además, el mal abarca todo, desde las motivaciones internas de un individuo hasta las estructuras y conflictos de las sociedades, mostrando su naturaleza transversal y profunda. 

El mal es una fuerza que moldea pensamientos, emociones y acciones individuales y colectivas, una realidad que se manifiesta constantemente en la historia y que invita a reflexionar cómo la comprensión y la lucha contra el mal, requieren un análisis que va más allá de lo superficial abarcando la complejidad de la condición humana y la organización social.

Pensar en el contexto actual de violencia el problema de la banalidad del mal formulado por la filósofa alemana Hannah Arendt,1 nos reta a preguntar ¿cuáles son los dispositivos que vuelven trivial el acto de mirar la vida como algo a quien cualquiera puede dar muerte?

"La banalidad del mal" es un concepto de Hannah Arendt que describe cómo personas aparentemente normales pueden cometer actos atroces sin malicia ni fanatismo, sino por una falta de pensamiento crítico, obediencia ciega y conformidad con un sistema burocrático.

La niña Ámbar

En agosto de 2020, tras estar desaparecida 8 días, los restos de la adolescente Ámbar Cornejo de 16 años aparecieron en la casa de Hugo Bustamante -ubicada en la ciudad de Villa Alemana, en la región de Valparaíso-, quien en ese momento era la pareja de la madre de Ámbar, Denise Llanos.

La joven -que desde pequeña se enfrentó a la vulnerabilidad y la desprotección de una familia disfuncional- había ido hasta esa casa para recoger la pensión alimenticia que todos los meses le enviaba su padre. Pero ese mes de agosto, nunca salió de allí.

Cuando se supo que Ámbar había sido víctima de un horrible asesinato cometido Bustamante -y en el que también participó su madre-, Chile entero se indignó.

Y es que Bustamante tenía unos antecedentes aterradores: en 2005 había sido condenado por el homicidio de su expareja, Verónica Vásquez, y el hijo de esta, “Quenito”, de 9 años. A ella la asfixió, a él lo golpeó en el cráneo, y ocultó sus cuerpos en el interior de un enorme tambor metálico, con cal, agua y yeso. Por eso se le conocía como el “asesino del tambor”.

Aunque fue sentenciado a penas que sumaban 27 años de prisión por esos crímenes, sólo 11 años más tarde -en 2016- salió de la cárcel con libertad condicional y volvió a vivir en el domicilio de su familia en Villa Alemana.

“Le tengo un regalo… sobre su pregunta, anote: Isabel Hinojosa y su hijo, Eduardo Páez”.

La frase es de Hugo Bustamante, psicópata y asesino. Se la dijo a la periodista chilena Ivonne Toro el 4 de agosto del 2023, que lo entrevistó en la cárcel, mientras estaba escribiendo su libro "La Niña Ámbar", una investigación sobre la muerte de la adolescente chilena Ámbar Cornejo, a quien Bustamante abusó, violó, asesinó y descuartizó.

No sabía lo que significaba. Sólo sabía que había una pregunta que Bustamante no le había respondido nunca: “¿Has matado a alguien más?”.

Investigación a fondo

La periodista Ivonne Toro siguió el caso de Ámbar Cornejo de cerca, dedicó 4 años a su investigación, revisó casi 8.000 páginas de expedientes judiciales, más de 100 entrevistas que en su conjunto le mostraron una oscuridad absoluta y horrores que no conocía.

En 2019 su madre inició una relación amorosa con Hugo Bustamante, un psicópata y asesino que había salido con libertad condicional de la Cárcel de Valparaíso. Entre ambos planificaron el homicidio de Ámbar. Ella lo facilitó, él lo ejecutó.

Al leer la investigación publicada por Editorial Catalonia, se percibe, claramente, la rabia de la periodista al escribir la historia porque le impactó el hecho que a pesar de que la niña a sus dieciséis años de vida, había sido víctima de abusos sexuales, había pedido ayuda toda su vida y estaba en un programa del Servicio Nacional de Menores (Sename), donde doce jueces habían decidido sobre su destino pero, a pesar de ello la institucionalidad estatal creada para proteger los derechos de la infancia fracasó e igual quedó en el desamparo.

 Mientras tanto, su asesino era un hombre que debió haber estado cumpliendo condena. Entonces la gran pregunta que se hizo la autora y que al mismo tiempo se hace el lector es ¿qué pasó aquí? ¿por qué la niña estaba desprotegida y Bustamante libre?”.

“En ese momento llegué a la conclusión de que este caso reflejaba un problema institucional profundo. El Estado de Chile no hizo su trabajo. Y esa es la historia que yo me propuse reconstruir”, señaló la periodista en una entrevista.

Banalización del mal

Lo otro que molesta al lector, es la banalidad con que Hugo Bustamante y Denise Llanos fraguaron, ejecutaron el crimen y luego se fueron de camping como si no hubiera ocurrido nada. Fue una forma de mirar de manera trivial el crimen cometido, como si esa práctica de terror hubiera sido un hecho cotidiano sin ninguna trascendencia.

Y la postura de ambos asesinos fue como un síntoma de una trivialización del mal, de una indiferencia hacia el dolor del hermano de Ámbar que también sufrió un daño innecesario, del dolor del padre y la abuela de Ámbar que no pudieron protegerla.

Ese dolor también lo sufrió la periodista que escribió el libro y que, de alguna forma, también se convirtió en víctima de personas que hicieron tanto daño, que nunca han mostrado un mínimo de arrepentimiento.

Es tano el dolor que transmite la periodista, que por momentos el lector cree que está a punto de traspasar la delgada línea que hay entre lo personal y el trabajo periodístico, que exige cierta distancia para no perder la objetividad del trabajo.

Y con mucho esfuerzo, logra mantener una objetividad subjetiva, es decir, a pesar de su rabia por enfrentarse al desamparo de Ámbar frente al mal, logra realizar un trabajo de investigación serio y responsable, plagado de sorpresas que llevará a los lectores a explorar los rincones más oscuros de la mente y que da a conocer no solo como dos personas pueden caer en una banalización total del mal, sino como todo un Estado fracasa en su objetivo de proteger a la infancia.

También, permite que los victimarios den su versión de los hechos sin dirigir las entrevistas, permitiendo que los lectores se involucren emocionalmente con el tema y (que fue lo que me sucedió) exista un rechazo social y emocional hacia ellos.

Este libro es una llamada de atención sobre los síntomas históricos del fracaso del Estado chileno en su misión de proteger la dignidad de la vida de niños, niñas y jóvenes antes de que la banalización de la dignidad de la vida misma se convierta en rutina.

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