martes, 30 de diciembre de 2025

Bienvenidos al espacio que queda

 Esta exposición nos invita a detenernos y reflexionar sobre el lugar que ocupamos en el mundo y la manera en que nos relacionamos con nuestro entorno. 

Cada día, al despertar, vivimos un pequeño “Big Bang” personal: nos movemos, dejamos huellas y transformamos el espacio que habitamos.

El arte, en este sentido, funciona como un espejo y como una apertura, recordándonos que cada gesto tiene el poder de expandir la experiencia colectiva.

En esta muestra confluyeron el artista Coco González y los estudiantes del Liceo Experimental Artístico (LEA), quienes trabajaron juntos para abrir nuevos territorios a través de imágenes y vivencias compartidas.

A esto se sumó la creación sonora de Rodrigo Aros Gho, realizada en conjunto con tres estudiantes seleccionados de Música del LEA.

El resultado fue un paisaje sonoro que acompañaba el recorrido y envolvía al público en una experiencia sensorial única. Como mediadora, presenciar el asombro de las personas al escuchar cómo los sonidos se entrelazaban con la instalación fue profundamente enriquecedor.

Durante las jornadas de mediación, surgieron innumerables anécdotas que me marcaron. Recuerdo especialmente la reacción de quienes se emocionaban con la exposición de los objetos personales de los estudiantes.

 El público agradeció la valentía de los jóvenes al compartir sus memorias y emociones de manera tan honesta. Esa conexión íntima me confirmó que el arte no necesita de grandes discursos para tocar a las personas: basta con una historia sincera y un objeto cotidiano resignificado.

El mural inspirado en La Portada fue otra de las obras que sorprendió al público. Muchos visitantes no podían creer que haya sido realizado en tan solo una semana, y ese asombro se transformaba en admiración hacia la capacidad de los estudiantes. Gracias a estas conversaciones con la gente, descubrí que el mural no solo decoraba el espacio, sino que funcionaba como testimonio del poder de la colaboración y del compromiso con el territorio.

Una de las anécdotas más emotivas fue la de una mujer que, al recorrer la exposición, se detuvo frente a la paleta de don Waldo Valenzuela. Conmovida, contó que había sido alumna suya y que, en sus clases de artes plásticas, tuvo el privilegio de usar aquella misma paleta.

Su relato dio un giro inesperado a la visita: de pronto, la obra dejó de ser un objeto expuesto y se convirtió en un puente hacia la memoria viva de la enseñanza artística local.

En lo personal, mediar El espacio que queda me permitió comprender con mayor claridad cómo el arte se enmarca en nuestro territorio y se nutre de él. Cada obra dialoga con la comunidad, con su historia y sus afectos.

Mi experiencia fue la de acompañar a los visitantes en un viaje donde lo personal y lo colectivo se entrelazaron, y donde cada mirada aportó un sentido nuevo.

 Al final, entendí que lo que queda en el espacio no son solo las obras, sino también las huellas de quienes las contemplamos y nos dejamos transformar por ellas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Valparaíso se prepara para recibir la 7º edición del Encuentro Latinoamericano de Teatro del Oprimido

  En 2026, la ciudad de Valparaíso será escenario de la próxima versión del Encuentro Latinoamericano de Teatro del Oprimido (ELTO), uno de ...