Según el diccionario de Voces del Norte de Chile, de
Mario Bahamonde, un empampado es una persona perdida en el desierto, que
extravía el camino por la falta de referencias y de camino lo que hace que se
empampe soportando la feroz agonía de la sed.
Hace un tiempo Lolita Editores presentó al público el
libro “El empampado Riquelme” que fue el resultado de una investigación
periodística de Francisco Mouat, el autor.
En enero de 1999 un carabinero del aeropuerto chileno
de Cerro Moreno, el cabo Fuentes encontró en el baño del retén con un sobre
grande blanco sellado con huincha café de embalaje.
Por el peso y por la textura metálica de algunos
objetos que había dentro del sobre, el carabinero pensó que podía ser una
bomba. Con delicadeza llevó el sobre hasta el aparato de rayos X de la zona de
embarque de pasajeros, y solicitó que por favor lo revisaran.
La revisión mostró que, al interior, había otro sobre
que contenía un reloj, una lapicera, un anillo, una chequera, llaves oxidadas,
sujetadores laterales de anteojos, un par de cristales ópticos y una billetera
que después, al abrir el sobre, se supo que era de cuero color café.
El paquete incluía también billetes, documentos de
identidad, un carnet del Partido Radical, un carnet del Deportivo Progreso de Chillán,
un destapador de botellas, un cortaplumas pequeño, fotografías familiares,
tarjetas de bautizo, un contrato de trabajo del Banco del Estado, dos gomas de
borrar y una nota en inglés donde se lee que todo el contenido del sobre ha
sido encontrado junto a un esqueleto en el desierto de Atacama.
La nota incluía las coordenadas precisas del hallazgo,
que se produjo a cien kilómetros al sur de Antofagasta. Los documentos de la
billetera, incluida una tarjeta de invitación a un bautismo, identificaban al
empampado como Julio Riquelme Ramírez, desaparecido en 1956.
Riquelme Ramírez había salido del pueblo de Chillán,
al sur de Chile, el primero de febrero de ese año. Tenía por delante cuatro
días de viaje, dos trasbordos de tren, y unos dos mil trescientos kilómetros
por recorrer hasta Iquique, bien al norte, donde sus hijos lo esperaban para
que oficiara de padrino de uno de sus nietos.
Pero, como nunca llegó y, luego de una tímida búsqueda policial, su familia lo
dio por perdido, fugado, en fin, olvidado. Sin embargo, más de cuarenta años
después el esqueleto ese hombre que falleció acostado en el desierto de
Atacama, con su bolso de viaje y todas sus pertenencias en los bolsillos
apareció en el desierto, conmocionando a la familia y convence al
periodista Mouat que aquí hay una historia que rescatar del olvido.
Lo interesante de este relato, es que se articula como
una película, que contiene diversos planos, con flashbacks, con distintos
personajes que van apareciendo como testigos de la vida y de la muerte de
Riquelme, que cuentan su historia y cada una de ellos va armando un
guion cuyo escritor (Mouat), los entrelaza para tejer una historia
profundamente humana en la cual los lazos de familia surgen como lo más
importante ya que ni el tiempo, ni la distancia, ni la separación forzada entre
los hermanos son capaces de cortar.
Según el diccionario de Voces del Norte de Chile, de
Mario Bahamonde, un empampado es una persona perdida en el desierto, que
extravía el camino por la falta de referencias y de camino lo que hace que se
empampe soportando la feroz agonía de la sed.
El relato que parte como investigación periodística
más, comienza a transformarse en un viaje, cuyo objetivo es la identidad de una
persona, de una familia y de la fuerza de los lazos de familia.
Poco a poco, retazos acá y retazos allá, se va
construyendo la figura del empampado dando forma al hombre mostrando su
personalidad, sus costumbres (el litro y medio de vino que tomaba todas las
noches), su carácter solitario, el ser hombre de pocas palabras y mujeriego
además de cómo se va redescubriendo la relación que tenía con sus hijos.
La reconstrucción de la identidad de Julio Riquelme y
de sus últimas horas con vida, en este libro, van de la mano con los vínculos
humanos y sociales que tejió y deshizo durante su vida.
Lo que deja este libro es que es el destino que une y
separa a las personas, pero no existe ninguna fuerza que sea tan grande que
haga olvidar a las personas que, por algún motivo, algún día nos hicieron
felices.