“Es
un honor poder entregar esta buena noticia a cultores que en muchos casos sin
darse cuenta son portadores de la riqueza de nuestro patrimonio cultural
inmaterial y que sin mayores pretensiones han dedicado su vida a salvaguardar
expresiones arraigadas en nuestros territorios y en nuestra gente.
Además,
con este anuncio estamos iniciando un nuevo ciclo de este reconocimiento, que
entre sus cambios considera el que solo puedan postular individuos, grupos y
colectivos que sean cultores/as de elementos ingresados al Inventario de
Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en Chile”, dijo la ministra de las
Culturas, Consuelo Valdés.
El
maestro y artesano José Eduardo Huerta Serrano -de la localidad de Larmahue,
comuna de Pichidegua, en la región de O´Higgins-, recibe la distinción por su
activa labor de transmisión y salvaguardia de los conocimientos y experiencia
en la construcción, mantención y reparación de las “ruedas de agua”, ícono de
la vida rural y de las labores agrícolas en Larmahue.
Huerta,
quien aprendió el oficio a través de la observación y que lo perfeccionó
gracias a la práctica durante décadas, es altamente valorado por la comunidad a
la que transmite sus conocimientos. Como artesano, además, se ha especializado
en realizar réplicas pequeñas de las azudas, como también se les llama
técnicamente a las ruedas de agua.
Por
otra parte, y en la categoría “grupo de cultores”, reciben el reconocimiento
Tesoros Humanos Vivos los cantores de la Región Metropolitana de Santiago José
Manuel Gallardo Reyes (Paine) y Juan Domingo Pérez Ibarra (Pirque); y los
cantores de O´Higgins Juan Andrés Correa Orellana (Las Cabras), Gilberto
Alejandro Acevedo González (Chimbarongo) y Carlos Santiago Varas Yáñez
(Rancagua).
El
grupo de cantores, custodios de una herencia poética y musical de tradición
popular y raigambre rural, obtienen la distinción del Estado por ser agentes
transmisores de su saber y experiencia, razones por las que han sido honrados
con diversos reconocimientos a lo largo de su vida de cantores y poetas de
excelencia. Ceñidos a una ética y estética indudables en el ejercicio de su
manifestación cultural, son reconocidos también por sus pares como
autoridades culturales de sus territorios.
El
Estado entrega el reconocimiento Tesoros Humanos Vivos desde 2009, año en que
Chile implementó la Convención para la Salvaguardia del Patrimonio Cultural
Inmaterial de la Unesco. Es una denominación que se le confiere a personas,
colectivos y grupos que han sido considerados como portadores de
manifestaciones del patrimonio cultural inmaterial presente en Chile, y que
contribuyen a la salvaguardia de manifestaciones consideradas relevantes y
significativas para sus comunidades.
Desde
entonces a la fecha, se han reconocido 48 Tesoros Humanos Vivos, de ellos 24
cultores individuales, 23 cultores colectivos y un (1) grupo de cultores,
categoría que se utiliza por primera vez en la edición de 2018 para reconocer a
cultores de una misma manifestación, pero de diferentes territorios.
Junto
con dar a conocer los reconocidos 2018, el Ministerio de las Culturas, las
Artes y el Patrimonio abrió la convocatoria 2019 de este programa que ha
implementado cambios. Con el objetivo de integrar este reconocimiento al proceso
de salvaguardia del patrimonio inmaterial que ejecuta el Estado, los
postulantes deben pertenecer a alguno de los elementos o expresiones inscritas
en el Inventario de Patrimonio Cultural Inmaterial (PCI) en Chile.
Información,
bases, así como el listado de elementos del PCI inventariados, están
disponibles en www.sigpa.cl.
JOSÉ
MANUEL GALLARDO REYES. Aprendió de su abuela y padre. Juan de la Cruz Bello le
enseñó el “toquío” en la guitarra. A los 30 compone sus versos y el primero, a
la Cruz de Mayo. Su admiración por Jesús lo llevó a sentir propio el
Padecimiento que canta; y el Hijo Prodigo, lo representa: dejó el hogar en
Rangue a los 15 y regresó con el fracaso y la soledad frente al mundo.
Agricultor, y en la Universidad de Chile, jardinero, gracias a Juan Uribe
Echevarría, con quien recorrió Aculeo en busca de sus cantores.
JUAN
DOMINGO PÉREZ IBARRA. Poeta y guitarronero de Santa Rita de Pirque. Su sello es
el Canto a lo Divino, con el cual brindó dos veces una visita papal: en 1987 a
Juan Pablo II y en 2018 a Francisco. Sus misas en décimas y composiciones
recogen versos “enlatinados” tomados de la liturgia católica. Se formó con
Santos Rubio, Salvador Cornejo, Manuel Ulloa y Osvaldo “Chosto” Ulloa.
Interpreta rabel, guitarra traspuesta, vihuela y salterio. Hoy entrega su saber
a través de talleres y al promover desde 2002 encuentros de guitarroneros,
posicionando a este instrumento como signo de identidad y belleza.
JUAN
ANDRÉS CORREA ORELLANA. De familia de cantores a lo poeta, en Las Cabras,
sector La Llavería, antigua hacienda El Durazno. Nacido y criado en Los Aromos,
con 8 años aprende el canto y la guitarra campesina. Fue declarado en 1999
“Personaje típico de la comuna de Las Cabras”. Afable en extremo. Hábil
laceador, los que hacía él mismo, hombre de a caballo en todo sentido. Con su
hermano Segundo salían a cantar desde que estaban chiquillos, y también es un
notable “mentiroso”, antiguo oficio de la oralidad de exigente talento. Le
siguen los pasos sus hijos Aída y Ramiro.
GILBERTO
ALEJANDRO ACEVEDO GONZÁLEZ. “Pueta” de Chimbarongo, heredó el canto a lo
poeta por tradición familiar, devota de la Virgen del Carmen. Memorizaba versos
mientras los oía en vigilias a lo divino y lo humano. Canta y toca guitarra
desde los 8 años, cuando se integró en una rueda a San Antonio. La mayoría de
sus versos son por picardía, y lo acompañan sus hijos y esposa. Transmite su
saber en talleres y sale a cantar misas en décimas. Es llavero en el fundo
donde vive. Respetado por su comunidad. Su voz, como él mismo dice, es la del
campo.
CARLOS
SANTIAGO VARAS YÁÑEZ. Del fundo El Crucero, Chancón, en San Vicente de Tagua-Tagua,
incursiona muy joven en romances, cuartetas y décimas que aprendió de su padre
y éste, de su abuelo, y destaca la calidad de sus versos, aunque se dedicó al
canto bien adulto. Quedar ciego no le impidió proseguir; ayudó en la creación
del Archivo de Música del Museo Regional de Rancagua, donde recoge los aportes
de sus pares cantores. Su poesía acompaña la existencia, sintetiza y amalgama
lo actual y antiguo. Poeta-cronista, sus brindis son modelo de deleite y
enseñanza de cómo la vida deviene verso.