En Derecho, se denomina asociación ilícita, a un grupo de individuos constituido con el objetivo de cometer un acto contrario a la ley, ya sea un ilícito civil o un delito sancionado por la ley penal.
En general, este término comprende a una agrupación de personas dotada de un acuerdo de voluntades para cometer hechos ilícitos, aún careciendo de organización jerárquica o jurídica completa, pero con una mínima distribución de tareas y funciones destinadas a cometer actos ilegales.
Diversos delitos como el lavado de dinero, el
narcotráfico y diversas modalidades delictivas como el secuestro y el homicidio
(antiguamente consideradas como crímenes en solitario), son susceptibles
de la aplicación del concepto de asociación ilícita. Delitos de corrupción
de funcionarios y otros análogos también han sido escenario de la aplicación
judicial de este mismo concepto.
Sin embargo, no basta entonces la simple reunión de individuos, es necesario
además que concurra entre ellos una clara expresión de voluntad para quebrar la
ley ya sea mediante acción u omisión; a falta de tal manifestación de voluntad,
es preciso que los integrantes del grupo actúen de forma tal que claramente se
demuestre en la práctica la existencia de tal voluntad, ya sea cometiendo
diferentes delitos conectados entre sí o dirigidos a un mismo fin, o inclusive
repartiéndose funciones puramente delictivas dentro de la asociación.
El pasado 5 de octubre de 2012, en el Museo de la
Memoria, los periodistas Mauricio Weibel Barahona y Carlos Dorat Guerra junto a
Ceibo Ediciones, publicaron el libro “Asociación ilícita. Los archivos de la
dictadura” que fue el resultado de su investigación periodística sobre los
vínculos del Estado chileno con el aparato represivo de la dictadura.
En su libro, los autores publican pruebas irrefutables
de hechos terribles sucedidos durante 17 años en Chile ya que las historias
secretas que surgen durante la lectura de este libro, confirman que entre 1973
y l990, la CNI y la DINA, operaron en connivencia con las instituciones del
Estado chileno donde se muestra el intercambio de cartas, memorándum
y documentos de todo tipo entre esos organismos, ministros de Estado,
diplomáticos, agentes de otras naciones, periodistas, soplones y diversas
autoridades militares y civiles, entregándonos la certeza de lo que ya sabíamos
y de mucho más.
Con esta investigación periodística, queda la certeza
de que hubo una política de Estado dirigida a la represión
política.
Según lo dicho por Marcia Scantlebury durante la
presentación de este libro en la Feria Internacional del Libro de Santiago,
“esta publicación reproduce un valioso material destinado a dejar al
descubierto complicidades que no escatiman firmas y membretes y registra las acciones
concertadas, la persecución a la disidencia en Chile y el extranjero o la
destrucción de los archivos que hablan de sus crímenes”.
El libro nos muestra como la DINA y la CNI solicitaba
información sobre detenidos y acciones opositoras, como coordinaban operaciones
y nombramientos dentro y fuera de Chile; como intercambiaban análisis,
estrategias y utilizaban los informes consignados rigurosamente por los
diplomáticos de nuestro país para reprimir internamente y como estudiaban los
viajes de los dirigentes políticos en el exilio, sus reuniones y organigramas
de trabajo.
Las interrogantes sobre las cuales Weibel y Dorat
trabajaron fueron cómo fueron creciendo estas redes y complicidades entre
civiles y militares; cómo llegaron la DINA y la CNI a relacionarse de igual a
igual los con ministerios y otras instituciones de primer nivel.
A través de estos 40 años ha ido saliendo a la luz
pública, poco a poco, una verdad conocida por muchos y silenciada por pocos
pero que, sin embargo, demuestra que gobernó la mentira y muchos la practicaron
como si hubiera sido lo normal en su jornada diaria, siendo que no hay excusas
para practicarla.
La información recabada en el libro, demostró que los
organismos represivos actuaron desde el corazón del Estado chileno durante la
dictadura militar que vivió nuestro país entre 1973 y 1990 ya que se
confirma, que los jefes de estos organismos actuaron en muchas
operaciones de común acuerdo con ministros y otras autoridades superiores,
tanto civiles como militares.
Luego de este libro, es imposible seguir hablando de “excesos de algunas personas”,
o que “actuaron por cuenta propia” sino que da cuenta del horror y la
intolerancia en que los chilenos vivimos durante 17 años.
La asociación ilícita persiguió a todo aquel que no
era incondicional. Artistas, políticos opositores, periodistas, estudiantes,
sacerdotes, religiosas, sindicalistas e intelectuales fueron siempre una
molestia en el camino para la dictadura militar y gracias a este libro, resulta
posible construir la historia de sus decisiones.
Otra horrorosa comprobación es el trabajo de
infiltración en los partidos políticos y agrupaciones gremiales que resultó ser
clave en la muerte de muchos compatriotas ya que mantenían informada a estos
organismos de las actividades clandestinas de sus miembros.
Lo anterior, llevó a los autores de este libro a
preguntarse qué fue de esos informantes que operaban en partidos y sindicatos
dentro y fuera de Chile y cuál fue el destino de las miles de fichas
elaboradas por la DINA y la CNI, de las cuales solo hay unas pocas en los
archivos rescatados en este libro y creo que la pregunta más importante que el
lector se hace al leer este libro, es dónde están esas fichas, ya que su
aparición podría resultar clave para aclarar el destino de miles de
compatriotas que aún están desaparecidos y de los miles que pasaron por los
campos de concentración sufriendo tortura, vejaciones, humillaciones y más
tarde el desprecio por quienes se creían dueños del país.
En septiembre se cumplirán 40 años del inicio de un sufrimiento que no ha terminado para muchos, en donde todavía no hay límites para la sorpresa.