Las narraciones de Kleist son piezas
esenciales de la literatura alemana. Lo son, desde luego, por la riqueza y
variedad de sus temáticas, por la extraordinaria mudanza de los sucesos
relatados, la peculiaridad de sus personajes, la omnipresencia de los
accidentes, las crisis y los momentos de violencia exacerbada, pero también muy
especialmente por la técnica narrativa y la incertidumbre que caracteriza a sus
narradores, la cual plantea desafíos a la lectura y estimula la colaboración
activa de esta en el desarrollo de la trama.
Ejemplos señeros de esta estrategia
narrativa son los relatos Michael Koolhaas, El terremoto en Chile y La Marquesa
de O…, sin perjuicio de las complejidades que los otros proponen. En cierto
modo, todo parece desenvolverse en mundos que tienen zonas opacas y nebulosas,
en un estado latente de anomalía que se presenta con la llaneza de una crónica
y hasta, en ocasiones, de un parte policial. Un adelantado de la literatura
moderna, de manera insistente se ha relacionado a Kleist con Kafka, al punto de
describírselos como “hermanos de sangre”.
Algunas de sus piezas han sido llevadas al
cine: Michael Koolhaas (Volker Schlöndorff, 1969; Arnauld des Pallières, 2013),
El compromiso en Santo Domingo (Hans-Jürgen Syberberg, 1970), El terremoto en
Chile (Helma Sanders-Brahms, 1975), La Marquesa de O (Éric Rohmer, 1976).
Heinrich von Kleist (1777-1811), hijo de
una antigua familia de la nobleza alemana, destinado a la carrera militar, la
que abandona para estudiar matemática, física, filosofía y lo que se llamaría
ciencia política y/o administración pública.
En 1801 experimenta lo que se ha
denominado su Kantkrise, una crisis de carácter existencial debida a su
familiarización con la filosofía crítica de Immanuel Kant. Al año siguiente
comienza su actividad literaria.
En 1808 junto a Adam Müller edita la revista Phöbus y entre octubre de 1810 y marzo de 1811 el periódico Hojas vespertinas de Berlín, con múltiples contribuciones que le atrae dificultades con la censura. Hace intentos premiosos por reincorporarse al servicio burocrático, por razones de subsistencia.
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