El año 2013, Editorial Catalonia publicó la última novela de
Liliana Pualuan “Última ventana” en la cual, tal como se expresara en la presentación
del libro, surge “no una re-creación que moviliza a la mayoría de los
escritores, sino que una construcción de la realidad, tal como proponía
Huidobro en su teoría creacionista, donde el valor literario reside en no ser
un esclavo de la realidad, sino proponer un mandato explícito: inventar lo
que no existe”.
Según dijo Teresa Calderón, Liliana Pualuan fue una
escritora que iba mucho más lejos, “da un nuevo giro a esa teoría, una nueva
vuelta de tuerca y salta con estilo poético a la narrativa. Esta es una
legítima novela escrita de otro modo, con sus propios personajes, cielos, su
flora y su fauna. Una verdadera novela del nuevo milenio." Eso, se podía
observar en los personajes: pioneros, brujos, niebla, nieve y mujeres que
marcan los mitos y los tiempos.
Una de las características de la literatura de esta escritora
aysenina, era que tenía la capacidad de atrapar los tiempos en la narración,
impidiendo que el lector supiera en que época se estaba desarrollando la
novela, transformándola en atemporal ubicando la novela en un camino cruzado
entre la realidad y los sueños donde los personajes surgían de su vibrante
imaginación, transformándose en un umbral para comunicar la realidad con la
ficción y quizás por ello, el título de este libro.
Las ventanas tienen varios significados oníricos. En primer
lugar, al soñar con ventanas las personas anhelan demostrar sus sentimientos.
Las ventanas abiertas en un sueño puede señalar que se recibirán buenas
noticias y respuestas positivas a las aspiraciones y en
contraste, soñar con ventanas cerradas simboliza que no es el momento propicio
o que se tendrán mejores oportunidades posteriormente. Por otra parte, soñar
con ventanas grandes puede significar la culminación de pretensiones
personales.
En el relato de Pualuan, las ventanas se muestran como una
frontera entre el espacio cerrado y el abierto, entre los familiar y lo
desconocido; entre la vida material y el más allá siendo el punto de inicio de
un viaje al pasado y hacia el futuro.
Según Iñaki Torre Fica en la literatura de Carmen Maitín
Gaite, “la ventana es el punto de referencia de que dispone la mujer, para soñar desde dentro el mundo que
bulle fuera al mismo tiempo que se deja mecer por los ensueños y las
meditaciones que puede acarrearle la tregua en las tareas domésticas, que
tantas veces siente como agobiantes o insatisfactorias; siendo el puente
tendido entre las orillas de lo conocido y lo desconocido, la única brecha por
donde puede echar a volar sus ojos, en busca de otra luz y otros
perfiles que no sean los del interior, que contrasten con éstos”.
Entonces, las ventanas son frontera y puente para los seres
humanos entre la vida interior y el exterior y serán las mujeres quienes, como
centinelas, las que guiarán las vidas de los personajes y condiciona un tipo de
mirada porque las mujeres siempre han
mirado desde el interior lo que ocurre fuera de sus casas.
La ventana, condiciona un tipo de mirada porque se puede mirar
sin ser visto, como desde un semiescondite.
Persianas, cortinas, contraventanas y visillos que suelen bloquear la mirada
hacia el interior, permite mirar hacia fuera pero con una visión fragmentaria y
velada de los acontecimientos que ocurren en el exterior.
Liliana Pualuan usa ese puente para mostrarnos las casas,
las vidas y las muertes de los habitantes de Pueblo y sobre todo su punto de
vista sobre la existencia. Un relato en que las mujeres son las protagonistas
en unos hogares que son cárcel,
pasividad, rutina y donde se encuentra su dominio espacial y vital.
Además, hay una lección de soledad permanente tanto en los
personajes como en el contexto donde siempre hay viento, nieve y silencio donde
suceden todas las historias que nos quieren contar. Una soledad deseada, en que
los personajes se reconocen en las imágenes de otros como si existiera un
espectador lejano de la cotidaneidad de un Pueblo que existe, que es metáfora
de una Patagonia que permanece inalterable en la memoria de la autora.
Las fotografías incluídas en la novela, son otras ventanas
que le permite al lector asomarse a una vida desconocida, que relata la vida de
quienes aprendieron a vivir en soledad y que vuelven real el tiempo de Pueblo,
un lugar que está tan lleno de historias como velas en sus ventanas que en la
medida en que sus habitantes lo abandonan, se van apagando sus luces salvo la
de una ventana.
¿Será señal que allí está Liliana esperando para continuar
con su creación de mundos y personajes? Habrá que esperar a cruzar la calle
para saberlo y es así, el temor a la
muerte se convierte en un sentimiento de deliciosa expectativa para quienes la
conocieron y amaron.
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