martes, 11 de septiembre de 2012

Arquitectura moderna en Chile: respondiendo a los desafíos de su tiempo

El libro “La arquitectura moderna en Chile (1907-1942). Revistas de arquitectura y estrategia gremial” del arquitecto Max Aguirre González será presentado próximamente por Editorial Universitaria para dar a conocer como una realidad implacable hizo que la arquitectura respondiera a los cambios históricos que se produjeron en Chile.

La tesis del trabajo es que más allá de un proceso de transculturización, la modernización de la arquitectura en Chile estuvo “claramente vinculada a la afirmación de una clase profesional que, apoyada en el conocimiento científico de los procesos constructivos  intentó, simultáneamente, afianzar su propia identidad y resolver problemas sociales concretos”.

Este estudio tiene el mérito de buscar el impulso del desarrollo de esta profesión no en factores externos, que de hecho contribuyeron a su modernización, sino que buscó los orígenes en causas internas en un espacio geográfico y circunstancias históricas y sociales muy concretas. 

Los arquitectos chilenos, en el período que se analiza, contribuyeron a solucionar incipientes problemas sociales y económicos en un país frecuentemente sacudido por seísmos que han obligado a una continua reconstrucción. 

El libro, se estructura en torno a seis capítulos. En ellos, Aguirre muestra que la modernidad en la arquitectura llegó de manos de la revolución industrial, del seísmo, de las publicaciones y de la actividad gremial.

Para el autor, la transformación urbana y la aparición de las viviendas populares es uno de los factores que marcan la aparición de la modernidad en la arquitectura.

El impacto de lo cambios sociales, políticos y económicos que conllevó la revolución industrial (industrialización de la producción; incorporación masiva de la máquina como recurso principal de este proceso; la migración masiva desde el campo a las nuevas zonas industriales) llegaron a Chile de la mano de la explotación de los recursos mineros (cobre, carbón y salitre) de lo que emergieron nuevos requerimientos que llevaron a una transformación urbana.

En el libro se establece que en estos enclaves industriales se aplicaron criterios de planificación y trazado urbanístico ya que se dispuso de sectores de viviendas, zonas de esparcimiento, emplazamientos de edificios públicos (escuelas, iglesias, hospitales y otros), se abrieron calles, se crearon plazas. En estas construcciones se emplearon materiales de la zona como tierra y piedra y otros de avanzada tecnología para la época como fueron el acero, el hormigón armado, la plancha ondulada de acero zincado, la madera terciada como también sistemas constructivos en base a elementos estandarizados y de prefabricación.

Uno de los fenómenos culturales más evidentes de esta transformación fue la aparición de las viviendas populares, provocado por el explosivo aumento de la población y de su concentración en las ciudades en un tiempo relativamente corto. 

Aguirre expresa que este fenómeno congregó a los trabajadores en torno a sus actividades e indujo el nacimiento de una conciencia de clase inexistente hasta entonces, que hizo de estos problemas causa común para incentivar las asociaciones gremiales, políticas o simplemente reivindicativas, entonces la arquitectura va dejando atrás la tradición histórica, estética y clásica que venía de la Grecia antigua y pasa a ser una arquitectura en la cual, “el problema de la vivienda es un asunto de la época moderna” como diría Le Corbusier. 

Otro factor que empuja a la arquitectura hacia la modernidad fueron los grandes seísmos ocurridos en Chile a comienzos del siglo XX. El terremoto de Valparaíso, ocurrido en 1906, puso en crisis el adobe; el de Talca de 1928 impulsó la promulgación de la primera Ordenanza de Construcciones que exigió cálculo de las estructuras, uso de albañilería reforzada, permiso de edificación y planes reguladores. Con el de Chillán, ocurrido en enero de 1939, quedó al descubierto la falta de rigor en el cumplimiento de las normas vigentes y abrió la inusual posibilidad de reconstruir totalmente la ciudad, lo que coincidió con la primera generación de arquitectos titulados bajo la reforma de la enseñanza de la arquitectura. 

En otro capítulo, se destaca el rol de los arquitectos que agrupados en una agrupación gremial son capaces de impulsar, en un período de treinta y cinco años, cinco iniciativas como son: la creación del colegio gremial, el apoyo a la creación de facultades de arquitectura como centros universitarios independientes de los de ingeniería; la participación en los congresos continentales; la propuesta de reglamentos de edificación y la publicación de revistas. 

En otro acápite, se toca la aparición de manifestaciones de cambios culturales que comprometen el quehacer de los arquitectos. También se expone como los arquitectos en las revistas, se hacen cargo del impacto que tiene la modernización cultural y finalmente como hay un cuestionamiento y crisis de los estilos y los ornamentos como recursos fundamentales de la generación arquitectónica. 

El libro de Max Aguirre, nos introduce al aporte de los profesionales de esta área a la modernización de la arquitectura en Chile y cómo se responde a los cambios poblacionales que se producen, especialmente, en las ciudades y que marcan el desarrollo de los acontecimientos históricos del siglo XX.

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