A partir del 1º de septiembre, los chilenos comenzamos a celebrar nuestras Fiestas Patrias, oportunidad en que hacemos un alto en nuestra rutina para recordar las luces y sombras de nuestra historia.
Los españoles que fundaron Santiago de Nueva Extremadura el 12 de febrero de 1541, nunca pensaron lo difícil que sería para la Corona española este territorio. A las dificultades propias de instalación, prontamente se les unieron las hostilidades de los mapuches, indígenas nada pasivos como sus vecinos los Incas. Justamente, el 11 de septiembre de ese año, destruyeron la naciente ciudad en un intento por recuperar su tierra y expulsar a los invasores.
Sin embargo, los españoles, luego de vencerlos, se quedaron en una tierra con la que aún no tenían vínculos y teniendo la posibilidad de irse, se quedaron a reconstruir una ciudad y a construir una Nación.
El camino de estos doscientos años de vida republicana, no ha sido para nada fácil.
El siglo 19 fue el de la Independencia, de la construcción del Estado chileno, con sus características propias y diferentes a la de nuestros vecinos y de la consolidación territorial, que nos hizo enfrentarnos en dos oportunidades a Perú y a Bolivia y el siglo XX, fue el de la construcción de la identidad política.
Siglos de grandes hombres y mujeres que nos dieron su saber, su intelectualidad, su poesía, sus dolores, sus alegrías. Siglos de conquista de derechos y deberes, de seísmos, de reconstrucción continua, lo que pavimenta el camino para que en este nuevo siglo logremos mucho más.
Chile nació junto con la primavera y es por ello que hacemos nuestras, las promesas de renovación que trae esta estación. Mejoran las temperaturas, empiezan a soplar los vientos alisios y el cielo se llena de volantines y las banderas puestas en los mástiles, flamean al viento.
Trompos, emboques, carreras a la chilena, comidas típicas, música tradicional sonando en las radios. Árboles llenos de brotes y flores nuevas aparecen en los jardines que llenan de color la mirada. Después de seis meses de frío, septiembre es la promesa del verano que ya se acerca.
Antiguamente, los chilenos durante agosto y comienzos de septiembre, se preparaban para el 18. Pintaban sus casas y se compraban ropa y zapatos nuevos para lucirlos durante las fiestas, se cachampeaban. Se cerraban las calles y se organizaban competencias de juegos tradicionales para los niños.
Para los chilenos, ir a las fondas, siempre ha sido, una instancia de encuentro social con los amigos, familia, compañeros de trabajo donde al igual que la canción Fiesta, interpretada por Joan Manuel Serrat, en las fondas “el noble y el villano, el prohombre y el gusano bailan y se dan la mano sin importarles la facha”.
Son momentos en que todos somos iguales, en que sin importar la situación económica, política o familiar y mucho menos las dietas, los problemas se dejan de lado, incluso la prisa porque en esos días, hay tiempo para un almuerzo conversado o si no hay mesas disponibles, se pone un chal o un mantel en el pasto y se come allí, mientras los niños juegan y visten los trajes típicos que usaron en la presentación del colegio o que fueron comprados para la fiesta.
En estas fiestas no solo participan los chilenos, también lo hacen aquellos que convirtieron nuestro país en su hogar, Son tiempos de trompos, emboques, volantines, manzanas confitadas y algodón de dulce, carreras a la chilena, carreras de ensacados, de subir al palo ensebado, asados, vino, chicha, mote con huesillos, alfajores y mil cosas que no haríamos y/o comeríamos en otro momento del año.
Recuerdo el 18 de septiembre de 1973. No hubo fondas pero, mis padres llenaron de guirnaldas de banderitas pequeñas la casa, pusieron música folclórica, consiguieron empanadas para el almuerzo del 18 e hicieron que mi hermano y yo, sintiéramos que estábamos en nuestra propia fonda. Aún recuerdo la sonrisa de mi hermano cuando bailaba cueca conmigo, en el living de la casa y la cara de alegría de mis padres al ver que nosotros estábamos felices a pesar del ambiente de apesadumbrado que se vivía ese año.
Porque justamente esa es una de nuestras fortalezas porque por muy duro que sea el año, en septiembre siempre existe la posibilidad de juntarse en casa con la familia para comer juntos un asado y brindar por la Patria, porque tenemos la esperanza de que el próximo 18 será mejor.
Septiembre es todo para nosotros. Todo lo bueno y lo malo nos sucede en ese mes, por ello es tan importante en nuestras vidas. Crisis económicas y políticas se desatan con fuerza en este mes y hasta el año 1970, la elección de los presidentes se realizaba el cuatro de septiembre. Así, el presidente en ejercicio y el electo, concurrían a la celebración del 18 de septiembre.
Y cuando nos toca pasar un18 en el extranjero, nos llenamos de nostalgia, pues añoramos todo lo que hemos vivido junto a los nuestros. Extrañamos ver a la Cordillera de Los Andes como marco del vuelo de los volantines y que en estas fechas, todavía luce cumbres nevadas y el jolgorio de estos días en que todos los problemas parecen desaparecer Eso es lo que uno evoca cuando toca pasar las Fiestas en el extranjero ya que son esos recuerdos los que acompañan y abrigan la ausencia.
Es cierto que la construcción de la Nación ha provocado rivalidades políticas, sociales, económicas e incluso familiars y que no hemos podido cerrar las grietas de nuestras heridas que, como muchas cosas en esta tierra querida, son sutiles, siendo esto su mayor peligro pues son heridas vigentes y a la más mínima sacudida, tanto de la tierra como de la política, salen a relucir como si estuvieran agazapadas, esperando su oportunidad para saltar sobre nosotros.
En todo caso, los chilenos tenemos una enorme capacidad para enfrentar nuestros problemas y salir adelante. Y si hay algo que hemos aprendido en más de 500 años de historia y más de 200 de vida reublicana, es que no hay dificultad que no se pueda superar. Para ello sirven las derrotas, para recordarlas por el esfuerzo y el sacrificio que se tuvo que hacer para empezar de nuevo. En ese sentido, Chile es un país, que está en constante reconstrucción porque como dijera Gabriela Mistral nos anima "la voluntad de ser a pesar de todo".
Quisera invitarlos, a que en estos días, pongamos dentro de un paréntesis toda las rabias, las penas, las frustraciones, los dolores y celebremos con alegría ya que estamos en un momento de nuestra historia y de nuestra vida, en que podemos mirar hacia atrás y distinguir los errores y los aciertos cometidos y aprender de ellos, para construir una vida mejor.
Viva Chile.
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