Una nueva edición de “Azul” de Rubén Darío
es publicada por Editorial Alma.
Según el sitio “Memoria chilena”, destinado
para la poesía, a los 10 años ensayó sus primeros versos. Su primer libro lo
publicó a los 18 años. Un año más tarde, viajó a Chile donde permaneció por tres
años.
En este período trabajó como funcionario
de la Aduana de Valparaíso y en el diario La Época de Santiago. En
1887, vio la luz su poemario Abrojos y al año siguiente, 1888,
apareció en Valparaíso Azul e inmediatamente, Rubén Darío envió un
ejemplar de regalo a Juan Valera, de la Real Academia Española.
La reacción del crítico literario fue muy
favorable. De este modo, la obra irradió el nombre de Darío por España y
América, causando verdadera renovación en la poesía de la época.
Azul es el punto de inicio del modernismo hispanoamericano.
En la primera edición, el poemario estuvo
conformado por 18 breves cuentos en prosa y 7 poemas.
En 1890, apareció la
segunda edición en la que se suman 9 sonetos y otros cuentos, además, de una
carta del escritor Juan Valera, a modo de prólogo, que contiene juicios
elogiosos como: "el carácter cosmopolita de sus escenarios y el tono
afrancesado dentro de unas líneas perfectamente castellanas y, sobre todo, que
esto se haya logrado por un joven de 20 años, que apenas ha puesto el pie sino
en unas pocas repúblicas hispanoamericanas".
En 1917, se publicó en Madrid una edición
de Azul, con ilustraciones de Enrique Ochoa, que reproduce como
facsímil la edición de Buenos Aires hecha por La Nación, en 1905.
La originalidad de Azul radica,
entre otras cosas, en la atracción de elementos estéticos y de estilo desde
otras literaturas y culturas, especialmente de Francia. Esto permite, que los
poemas y cuentos se enriquezcan con un amplio vocabulario y variadas imágenes,
lo que determina un particular estilo del texto.
Eduardo de la Barra se refirió a esta obra
de la siguiente manera: "Son, en verdad, estilos y temperamentos muy
diversos, más nuestro autor de todos ellos tiene rasgos y no es ninguno de
ellos. Ahí, precisamente está su originalidad.
Aquellos ingenios diversos, aquellos
estilos, todos aquellos colores y armonías, se aúnan y funden en la paleta del
escritor centroamericano, y producen una nota nueva, una tinta suya, un rayo
genial y distintivo que es el sello del poeta.
De aquellos diferentes metales que hierven
juntos en la hornalla de su cerebro, y en que él ha arrojado su propio corazón,
al fin se ha formado el bronce de sus Azules (...) Su originalidad
incontestable está en que todo lo amalgama, lo funde y lo armoniza en un estilo
suyo, nervioso, delicado, pintoresco, lleno de resplandores súbitos y de
graciosas sorpresas, de giros inesperados, de imágenes seductoras, de metáforas
atrevidas, de epítetos relevantes y oportunísimos y de palabras bizarras,
exóticas aun, mas siempre bien sonantes".
Por otra parte, Azul sostiene un
planteamiento claro del artista frente a las estructuras sociales. Todos los
elementos transformadores de la sociedad de la época, como por ejemplo el
cosmopolitismo estético y decorativo de las mansiones aristocráticas de ese
período, la secularización que implicaba el acercamiento a nuevas creencias y
mitologías, entre otros Darío los asimiló y transmutó en Azul.
Con esta obra, se realizó artísticamente,
incluyendo la realidad que conoció en Chile y que en ese momento pesó, determinantemente,
en su circunstancia vital.
Rubén Darío es tal vez el máximo exponente
del modernismo literario latinoamericano. Su estilo, es rico en imágenes vivas
y sugerentes, con una estética que nos remite tanto a paisajes orientales como
a cuentos de hadas sirviéndose de una métrica precisa y un léxico altamente
evocador.