La palabra revolución, tiene asociado un significado de cambio
o transformación radical o profunda respecto al pasado inmediato respecto a
circunstancias económicas, culturales, religiosos, políticos, sociales o
militares al interior de una sociedad.
Los cambios revolucionarios, además de radicales y
profundos, han de percibirse como súbitos y violentos, como una ruptura
del orden establecido o una discontinuidad evidente con el estado anterior de
las cosas que afecte de forma contundente a las estructuras, por eso algunas
veces tienen que ser violentos para producir algún efecto y una revolución, no
tendría sentido sino tuviese una utopía o un plan establecido para el futuro ya
que las revoluciones son consecuencia de procesos históricos y de
construcciones colectivas.
América Latina, no ha escapado a la realidad mundial que mostró
cambios acelerados en todo el orbe: la guerra fría, el comunismo el mundo
bipolar, la carrera armamentista, el capitalismo, los aires revolucionarios y
las dictaduras fueron protagonistas de la realidad este continente.
Algunos historiadores, establecen que la crisis de los años
30 alcanzó a las finanzas de los países y a la sociedad y a su política
logrando que los golpes de estado, las fuerzas armadas y los ejércitos fueran
los protagonistas en el período entre 1930 y 1973.
Por otro lado, el crecimiento económico de las últimas
décadas ha servido, entre otras cosas, para que los gurús de la economía hablen
de un “milagro económico” en la región. Lo cierto, es que este crecimiento solo
ha beneficiado a unos pocos y para sectores limitados de la clase media y para
el resto de la población, poco y nada han recibido quedando una vez más, en
nada.
Este es el contexto histórico de la novela La última
revolución, escrita por Ángel Salomando y publicada por editorial Forja.
“La última revolución es una novela en la cual narra las
vivencias, que experimentan unos y otros teniendo como telón de fondo la
historia social, política y cultural de un país latinoamericano y caribeño, no
nombrado, pero si identificado, por sus accidentes geográficos, clima y
vegetación, como por su accidentada historia política reciente y que tiene el
privilegio de haber realizado la última revolución del siglo XX.
En ella, la ficción y la realidad se mezclan al punto en que
su límite se difumina y hace reflexionar al lector sobre el transcurrir político
de nuestras sociedades, sobre el comportamiento ético y político de hombres y
mujeres, especialmente, de los que se relacionan directamente con el poder.
Por medio de un relato ameno y sencillo, muestra como los
hombres y las mujeres que viven un momento histórico extraordinario, confuso,
turbulento e incierto pueden tener transformaciones en su existencia que pueden
ir desde “hijos de la época” a “hijos de puta”.
En los primeros entrarían todos aquellos que lucharon, que
fueron al exilio o que murieron o los que desaparecieron y en la segunda
categoría, estarían los que, a través de las transiciones a la democracia y de
los modelos neoliberales de la economía, se aprovecharon para hacerse cargo de
la historia actual además de convencer que lo mejor es mantener la inercia
política y social.
Lo que pone en marcha la historia es la muerte de una niña
inocente y el deseo de una joven de averiguar la verdad a pesar de las
advertencias de que ello, le puede costar la vida.
En el desarrollo de la trama, encontraremos personajes que
son observadores y se mantendrán así por seguridad o comodidad y habrá otros,
que a pesar de estar desilusionados de la vida, ayudarán dando lo mejor de si
para darse una oportunidad, quizás la última de sus vidas, para tratar de
conseguir lo que parece una utopía: justicia para todos los inocentes caídos en
medio de esta lucha por el poder.
Además, en la novela se nos muestra el eterno conflicto
entre el estilo autoritario y el democrático, en donde lo primero siempre ha llevado
las de ganar en nuestro continente, un lugar donde todo cambia con la misma
rapidez con que vuelve a la misma situación anterior.
Es por ello, que en la novela no hay un protagonista muy
definido ni social ni sicológicamente porque da a entender la ambigüedad y en
la inseguridad en que se mueven estas tierras.
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