En el libro “Confidencias limeñas. Charaña, espionaje y algo
más”, escrito por el abogado y ex embajador Demetrio Infante, el autor cuenta
en detalle cuál fue su experiencia como diplomático en Lima entre los años 1976
y 1981, un periodo en extremo tenso en las relaciones chilenos-peruanas,
especialmente entre enero de 1979 y febrero de 1981, época que se ha definido
como la más difícil en las vinculaciones entre los dos países en el Siglo XX.
El libro, publicado por Editorial Catalonia, aborda las
conversaciones entre Santiago, Lima y La
Paz, que tenían por objetivo conceder a Bolivia un corredor
con salida al mar al norte de Arica. Infante describe el encuentro de los
presidentes de Chile y Bolivia en la localidad andina de Charaña, los progresos
y retrocesos de los contactos diplomáticos, la actitud que cada gobierno fue
adoptando mientras avanzaban las conversaciones y analiza la forma cómo se
produjo el fracaso final de este proceso.
Demetrio Infante explica que “en esos momentos, las
relaciones diplomáticas con Perú eran tensas ya que estaba el gobierno de Juan Velasco
Alvarado y en contraste a la situación chilena, en esos momentos Perú había
realizado cuantiosas compras de equipo militar a la Unión Soviética”.
El ex embajador también da cuenta con lujo de detalles de
los casos de espionaje chileno descubiertos por las autoridades peruanas, que
llevaron al fusilamiento de un suboficial de la Fuerza Aérea del
Perú. Igualmente, relata cómo se produjo la presencia de la Dirección de Inteligencia
Nacional (DINA), la policía secreta de Augusto Pinochet en la Embajada de Chile en Lima
y sus consecuencias.
Infante proporciona completos antecedentes de la forma en
que se llevó a cabo el proceso político peruano en esa época, desde la caída de
Velasco Alvarado, pasando por el mandato del General Francisco Morales
Bermúdez, hasta el término del gobierno militar con la dictación de una nueva
Constitución Política y la elección democrática de Fernando Belaúnde como Jefe
de Estado.
El libro cobró especial vigencia luego que, el ocho de julio
recién pasado, a ocho días antes de que venciera el plazo estipulado por la Corte de la Haya, la presidenta de Chile
Michelle Bachelet anunció la impugnación de este Tribunal para dirimir la
demanda que interpuso Bolivia, lo que obliga a la Corte Internacional
a suspender la tramitación de la demanda boliviana mientras resuelve sobre la
petición chilena.
Lo anterior, podría llevar a desarrollar un nuevo juicio si
es que la Corte
acepta abrir un proceso de competencia pues existe la posibilidad de que el
Tribunal considere que hay una relación muy estrecha entre los argumentos de
fondo sobre el caso expuesto por Bolivia y los planteados por Chile, en cuyo
caso los jueces podrían decidir ver en conjunto la competencia y la demanda
boliviana
Según Demetrio Infante, el tema de las relaciones entre
Chile y Bolivia siempre estará marcado por la petición de salida al mar del
país altiplánico.
“Charaña no resultó, porque Bolivia no quiso aceptar la
propuesta chilena que le daba salida al mar” afirmó Infante.
La solución de Charaña comenzó a fraguarse, cuando el
gobierno de Chile le pidió a dos abogados (Gastón Illanes y Demetrio Infante),
que realizaran un estudio para ir avanzando en la creación de una posible
salida al mar. Luego, en 1974 se integraron a ese grupo los abogados Ricardo
Rivadeneira y Enrique Bernstein quienes tenían el mandato de ver las posibles
alternativas para buscar un camino para poder tener una mejor relación con
Bolivia, en prevención de lo que se llamó en Chile la V-2, es decir la hipótesis de
dos países vecino contra Chile. En esos momentos, las relaciones diplomáticas
con Argentina eran buenas porque, todavía no se había resuelto el laudo arbitral
de la reina de Inglaterra.
Del trabajo de los abogados resultaron dos documentos, que
buscaban satisfacer la demanda boliviana de una salida al mar. El primero,
entregaba un enclave y el segundo, establecía un corredor al norte de Arica,
que le daba a Bolivia, siete kilómetros desde la playa, con proyección a las 200 millas marítimas y
que se unían con el territorio interno boliviano, dando continuidad a su
territorio.
Sin embargo, como esto obligaba a negociar con el tratado de
1919 y como el complementario de 1929 obligaba a consultar al Perú se armó en
Chile al equipo anterior se unió el abogado Julio Philippi
Luego de largas negociaciones con ambos vecinos, el
embajador boliviano en Santiago, Guillermo Gutiérrez Vea Murguía llegó a
Bolivia bajándose del avión y mostrando el maletín dijo “Aquí traigo el mar
para Bolivia”.
Sin embargo, en opinión del ex embajador Infante lo qué pasó
luego es que “el ex presidente Hugo Banzer comenzó a perder apoyo político en
su país porque vieron que si él conseguía el mar para Bolivia, nunca más iba a
ser derrotado en una elección. La opinión de los ex presidentes bolivianos, fue
que Bolivia no podía compensar los territorios que serían entregados. Y para
los chilenos, sin compensación, no había conversación para los chilenos porque
ningún Mandatario aceptaría un territorio con menos kilómetros de lo ofrecido.
Por su parte, Perú se demoró en dar su opinión y después de
seis meses, propuso una especie de rombo donde una parte de la ciudad de Arica
pasaría a ser tripartita lo que podría llegar a poner en duda la soberanía
chilena sobre esa ciudad. Ahora, lo más curioso de esa solución es que no daba
mar a Bolivia”
“Con esta solución, el gobierno peruano bloqueó la salida de
Bolivia al mar y Banzer, en vez de aceptar la propuesta chilena, acepta la
peruana lo que puso fin a las negociaciones”, añade Infante.
EL ex embajador expresa que si “Hugo Banzer se hubiera
inclinado por la solución chilena, habría existido la suficiente presión
internacional para que Perú aceptara el corredor al norte de Arica”
También en su libro, el ex embajador relata cómo se produjo
la declaración de persona non grata del Embajador chileno en Lima, Francisco
Bulnes y las maniobras especiales hechas por la Embajada para que la
salida del representante chileno desde la capital peruana tuviera el
tratamiento que se merecía.
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