Los árboles y los bosques, por su gran tamaño y también por
su longevidad siempre han influido en la mente de los seres humanos induciendo
un rol importante en leyendas, mitologías y culturas.
Para las personas, los árboles tenían vida propia ya que
podían cambiar y balancearse, los bosques parecían misteriosos, llenos de
peligros. Los árboles fueron utilizados para alimentarse, calentarse,
abrigarse, vestirse, hacer vallados y barreras; lanzas y arpones, siendo transformados
en numerosos objetos dando sombra, cobijo, camuflaje y escondrijo a todo
aquel que lo necesitare.
No existe tribu, cultura o pueblo en el mundo que no haya
asociado el árbol con el arquetipo de la abundancia y la felicidad entre tierra
y cielo eje del propio mundo. El árbol, actúa de catalizador de fuerzas terrenas
y celestes, es el remedio soberano contra la debilidad, la astenia y la
fragilidad, y fundirlo en el campo, hace ya unos milenios, consistía en apoyar
el cuerpo enfermo en un tronco, símbolo de regeneración al árbol.
Así, los árboles asumieron características de divinidad o
comenzaron a representar fuerzas como el valor, la resistencia o inmortalidad
llegando a tener una gran significación religiosa en muchas sociedades,
relacionándolos con santos y profetas.
Por otra parte, los bosques con ciclos de hojas caídas y
verdes, o el crecimiento de nuevos brotes en la base o en el tocón de árboles
quemados o cortados, pueden haber inducido a la gente a ver en los árboles
símbolos de una fuerza vital eterna e indestructible.
“Todos llevamos un árbol dentro. Encontrarlo es cuestión de
tiempo”. Estas lindas palabras fueron dichas por uno de los personajes del libro
“A la sombra del árbol violeta” de la autora iraní Sahar Delijani publicado
por Salamandra, que relata los años en que el régimen del ayatolá Jomeini
inició una depuración política, efectuada por los Guardianes de la Revolución, que afectó
a miles de personas, laicos y de izquierdas que participaron activamente en el triunfo de la revolución que
derroco al Sha de Irán.
Lo anterior, trajo como consecuencia a personas perseguidas, encarceladas,
aniquiladas dejando tras de si a miles de familias desamparadas.
Sahar Delijani, nació en la prisión de Evin, Teherán, en 1983
y durante los primeros trece años de su vida, fue criada por diversas personas en
un estado de excepción permanente hasta que su familia pudo por fin emigrar a
Estados Unidos.
A través de los dolorosos caminos que recorren sus
protagonistas, Neda, Omid y Sheida
Delijani es la voz de toda una generación que, por primera
vez, puede hablar sin miedos de lo que vivieron sus padres ya que asumen la
tarea de no olvidar para que las nuevas generaciones no tengan que sufrir la
tragedia que ellos conocieron.
El libro cuenta una historia que es la propia y de alguno de
sus parientes y ese se muestra desde el primer capítulo, cuando una de las
protagonistas del libro da a luz a una niña en la cárcel de Evin (Teherán),
donde está presa por su militancia política. Esa niña es la propia autora, que
compartió celda con su madre -y con un puñado de condenadas más- durante unos
meses, hasta que fue entregada a sus abuelos. Sus padres sobrevivieron y fueron
liberados antes de la gran purga de 1988.
En cuanto a la estructura de la novela, se aprecian tres
niveles que fluyen como las melodías de Bach: tres puntos de vista superpuestos
que permiten articular distintas visiones, dándole mayor riqueza, color y
sensualidad al relato, pero articulados de tal forma, que el lector se olvida
de las tres melodías porque los armónicos -que estarían dados por el contexto
histórico- hacen que se lean y se sientan de manera simultánea.
En este libro, el lenguaje suave no esconde verdades duras
como puño, historias estremecedoras de celdas medievales y juicios falsos de un
fanatismo religioso extremo, el dolor de las madres a quienes arrebatan a sus
hijos y el de los hijos privados de sus padres; el de padres, hermanos y
viudas que un día reciben la peor noticia que cabía esperar: la de que debían
ir a la cárcel a recoger un paquete, porque ya sabían que su contenido eran los
objetos personales de un ajusticiado; el de los jóvenes, cuando descubren que se
les ha ocultado la suerte de sus mayores para evitar que ellos mismos sean
víctimas de la represión y tienen que decidir si siguen con los brazos cruzados
o imitar a sus padres saliendo a la calle para protestar contra el simulacro de
elecciones de 2009 o los sueños alimentados entre las paredes del hogar, que se
desvanecen nada más salir a la calle.
Sin embargo, a pesar de ese odio y terror que lo inunda todo,
los hombres y mujeres que surgen en esta narración, desde la cotidianeidad son
capaces de revelar su dimensión más humana y universal porque la vida continúa
y eso se evidencia cuando cada año, en medio de todo ese horror, los jacarandas
florecen inundando todo con sus flores violetas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario