Hasta el 15 de marzo de 2014 se exhibirá la exposición La Ruta Trasnochada,
en el Museo Nacional de Bellas Artes (MNBA) que desde la obra de tres pintores
formados en los ’80 como son Jorge “Coco” González, Carlos Araya “Carlanga” y Mauro Jofré, aborda una generación marcada en sus inicios
por la dictadura.
Esta es una exposición dinámica y vivencial que reúne pinturas realizadas
entre 1986 y 2013, que es una muestra con obras de 100 pintores amigos
enfatizando la noción de generación que inicialmente los congrega.
Como lo definen sus gestores, La Ruta Trasnochada es un recorrido emotivo,
histórico y generacional por un capítulo poco estudiado del arte chileno que se
origina en dictadura, desde la
Escuela de Artes de la Universidad de Chile, con el ímpetu de una fiesta
desesperada en medio de una ciudad convulsionada, para diluirse luego en el
contexto del posmodernismo y el libre mercado bajo el sino del fracaso o de la
falta de reconocimiento.
El montaje está organizado en base a tres ideas centrales. La primera, parte
por una “retrospectiva a media carrera” de Jorge “Coco” González
Lohse, Carlos Araya “Carlanga” y Mauro Jofré, artistas que se desarrollaron
desde el movimiento under de los ‘80 y gestionaron este proyecto; la segunda
idea es en torno a un homenaje a la
Generación del 13, que suma obras de Pedro
Luna, Arturo Gordon y Pablo Burchard, entre otros y la tercera, es un levantamiento
“histórico-emocional” desde 1986 hasta ahora, que implica la
exhibición de obras de 100 pintores amigos invitados, publicaciones,
fotografías, registro audiovisual, documentales y material de archivo en
general, además de una recreación de los talleres de juventud y la
participación de proyectos musicales.
“Ambas generaciones – la del 13 y la
de los ‘80 - somos de transición. Ellos entre el campo y la ciudad, y nosotros
entre la ciudad y la tecnología. Ellos fueron la primera generación de pintores
en el siglo XX, nosotros la última de un período o tradición, que estudiamos
artes plásticas y no artes visuales. Somos una generación romántica y perdida
como ellos, aunque sea harta la pretensión. La idea de la diáspora es algo que
también nos acompaña; la noche nos ronda, el alcohol nos conversa y la
dificultad de la obra es prima hermana. Si guardamos las proporciones, nuestro
clasicismo aún es desconocido; y la suerte de muchos de los compañeros de ruta,
incierta, como la de los hermanos del 13”, concluyen los artistas.
En la sala donde se recrean los talleres de entonces, se exhibirán obras de
los pintores invitados o “amigos de ruta” de distintas generaciones. Entre
ellos están Rodrigo Cabezas, Bruna Truffa, Samy Benmayor, Pablo Domínguez,
Matías Pinto D’Aguiar, Paula Rubio, Norma Ramírez, Omar Gatica, Pancha Núñez,
Ismael Frigerio, Bororo, Manuel Torres, Hugo Cárdenas, Klaudia Kemper, Patricio
Rueda, Gonzalo Rabanal, Jorge Cerezo, Víctor Hugo Bravo, Rainer Krause, Yisa,
José Benmayor, Matilde Benmayor, Grace Weinrib y José Agurto.
La idea de hacer coincidir La Ruta Trasnochada con el Centenario de la Generación del 13 surgió
en una de las primeras reuniones de trabajo que tuvo el equipo de La Ruta.
Soledad Novoa, curadora del MNBA expreso que “una de las ideas clave de la
exposición, era justamente la de “generación”, ya que el equipo se preguntaba cómo
ellos mismos formaban parte de una generación crecida bajo circunstancias muy
particulares, tanto en el país como en la propia Escuela de Artes de la Universidad de Chile”.
De esta manera, se les propuso la idea pensando en que éste sería un
homenaje sui generis dentro del cual, para la curatoría del Museo era posible
hablar de un grupo de pintores de principios de siglo XX a través de una suerte
de genealogía en la que éstos se transformaban en los ancestros de los
contemporáneos. Para ello, en la exposición se exhibirán obras de los autores
canónicamente vinculados a la mítica Generación del 13.
“No se trata sólo de un juego anecdótico, hemos trabajado investigando las
obras de nuestra colección y visualizándolas en conjunto con las de González
Lohse, Araya y Jofré; no sólo encontramos sensibilidades similares en lo
estético y en lo pictórico, sino también en la forma de entender el ser
pintor”, añade la curadora.
“Se trata de mostrar una historia que no necesariamente calza con lo que se
debe hacer para constituirse como artista-pintor en Chile. Es una historia que
pasa por el borde, por el underground, por la partida, por la sintonía de
época. Somos conscientes de la reconstrucción que queremos hacer, sin
maquillarla. Visualizo una muestra intensa, alegre, trasnochada y por sobre
todo muy vívida… Creo que aportaremos humildemente una mirada inesperada,
nocturna y muy mística al imaginario chileno. Quizás sea la excusa justa para
que muchos luego nos digan ‘¡ah! por eso nunca fueron conocidos’”, bromea
González Lohse.
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