miércoles, 29 de junio de 2016

Si te vieras con mis ojos: a ver cuál de los tres te quiere más

Hace un tiempo el sello Alfaguara publicó la novela “Si te vieras con mis ojos” del escritor chileno Carlos Franz en la cual, se relata el romance entre Carmen Arriagada Mauricio Rugendas, Charles Darwin y el marido de ella en una trama llena de erotismo y pasión.

En efecto, Rugendas y Darwin coincidieron en Chile en la década de 1830, época en que a las diversas corrientes de pensamiento que existían en Chile, se unía un cierto fastidio y desorden. Frente a ello, había el deseo de dar al país una organización sólida, un gobierno estable, un progreso cultural y económico que se venían buscando desde la época de la Independencia.

Tiempo, en el que Diego Portales pondría la base ideológica de muchos de los fundamentos que rigen al Estado chileno hasta hoy en día como son el concepto de orden, el principio de autoridad fuerte (presidencialismo); la impersonalidad y probidad de los cargos; la necesidad de la existencia de una oposición política; la subordinación de las Fuerzas Armadas al poder legítimamente constituido y la creencia que el aporte de los extranjeros sería beneficiosos siempre y cuando no fuera el preludio de una nueva dominación extranjera. 

La protagonista de esta trama es Carmen Lisperguer, mujer de veintisiete años, hija única de un hacendado patriota que goza de la lectura y el conocimiento, habla con comerciantes de distintas nacionalidades, que no va a la Iglesia, caprichosa, dominante, difícil de tratar, casada con un militar héroe de la Independencia varios años mayor que ella siendo el enlace entre estos tres hombres que aman a la misma mujer.

Rugendas y Darwin se hacen amigos pero son contrarios en el amor y en la manera de concebirlo.  Mientras que para el artista alemán, el amor y la pasión están concebidos de manera romántica ayudándolo en su proceso creativo para el científico inglés, de veinticinco años, la pasión está moderada por la ciencia y la observación donde el amor es una excusa para encubrir el sexo y la procreación.

Carmen, disfruta de ambos tipos de amor sin abandonar al hombre mayor que la ama en silencio, que acepta todas sus locuras por el temor de perderla.

Quien narra la historia es Rugendas, como si se estuviera mostrando su diario de vida, en el cual se intercalan las cartas que Carmen le envío ininterrumpidamente durante quince años, incluso sin recibir respuestas. Se sabe que luego de la muerte del pintor, ella quemó las cartas que recibió de él.

El historiador Guillermo Feliú Cruz expresó en un estudio que realizó que “la vida de Carmen Arriagada era sino una constelación de ausencias, una existencia cuya forma era la de un vacío. Imaginaba la pareja como una comunión intensa de cuerpos y espíritus, pero estaba casada con un hombre al que no amaba. 

Creía que la mujer tenía dones suficientes como para acceder a derechos y protagonismos que, sin embargo, se le negaban o se le restringían.  Se sentía afín a un pensamiento moderno progresista, liberal, pero vivía en una sociedad más cerca todavía del pasado colonial que de la modernidad”.

¿Si Rugendas y Darwin hubieran visto con los ojos de Carmen, que habían podido ver y cómo lo habrían visto?

A lo mejor la respuesta está en la poesía de Elías Ramos cuando dice: 

Si te vieras con mis ojos/ dirías que el cielo eres tú...
Si te vieras con mis ojos/las flores del cielo serían pocas
para adornar tu belleza,/si sólo te vieras... con mis ojos.

La luz de la luna sería poca/para alumbrar las noches nocturnas,
en las que te veo pasar...
Espigada de luz de esmeralda/ entre el son de un pajarillo
que canta como derrotando al miedo.

Si te vieras con mis ojos/ sabrías por qué te amo tanto...
Porque el atardecer me parece hermoso/ a pesar de su agonía
siempre regala su último resplandor/cuando estás junto a mí,
si sólo te vieras... con mis ojos.

Entenderías que la distancia/es más corta cuando te quiero...
porque te deseo/y desearte me da alas para ir por ti
para cruzar distancias sólo por ti.

Oh... si sólo te vieras con mis ojos.
El cansancio se convertiría en paz/ sublime para mi altar...
y la lluvia dejaría de llorar/y se pondría a jugar conmigo
a ver cuál de los dos te quiere más,/cuál de los dos te quiere... más
si sólo te vieras... con mis ojos/ si sólo te vieras...

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