Para los griegos, la música (del griego μουσική [τέχνη]
- mousikē [téchnē],
era el “arte de las musas”. Posteriormente, se la definió como el arte de
organizar sensible y lógicamente una combinación coherente de sonidos y
silencios utilizando los principio de la melodía y el ritmo, mediante la
procesos psico- anímicos.
En la Grecia
antigua, el concepto unía sin distinción a la poesía, la música y la danza como
arte unitario.
Con el correr del tiempo, especialmente durante las últimas
cuatro décadas del siglo XX, se han
realizado obras musicales, que abren las fronteras de la definición de esta
expresión artística.
Como toda manifestación del arte, la música, está
culturalmente determinada ya que su objetivo es que el oyente tenga una
experiencia estética expresando
sentimientos, circunstancias, pensamientos o ideas, transformándose en un
estímulo que afecta el campo perceptivo del individuo cumpliendo, con varias
funciones como el entretenimiento, la comunicación de ideas políticas,
sociales, económicas, ambientación, etc.
A comienzos de año, Ril Editores publicó el libro “Thrash
Metal: del sonido al contenido”, escrito por el sociólogo Maximiliano Sánchez y
que tiene por objetivo dar cuenta del origen y desarrollo de una contracultura
social y musical que apareció en Chile a mediados de los ochenta del siglo
pasado.
El thrash metal surge a fines de los 70, comienzos de los
80, en el momento en que bandas de speed metal incorporaron a su música tiempos
más rápidos, voces guturales, canciones cuya duración no duraban más de un minuto
y letras sobre política introduciendo un sentimiento anarquista a su música,
tomando el nombre al sonido que surge cuando la púa se recarga con más fuerza y
raspa la cuerda de la guitarra.
A Chile, llega a mediados de la década de los ochenta,
gracias a que jóvenes que podían viajar a Estados Unidos o a Europa traen los
discos de sus banda favoritas y a través del cassette prestado o regalado entre
jóvenes que compartían gustos similares, se expandió entre la juventud de la
época.
En esos momentos, el panorama cultural de la época era
fuertemente controlado desde los medios de comunicación y desde el poder de la
época imponiendo un modelo socio cultural muy estricto, lo que sirvió como caldo de cultivo para un
movimiento musical muy subterráneo, muy underground, que generó sus propios
medios de comunicación, sus propia autogestión para los conciertos. En eso
ayudó, que las letras de las canciones de thrash metal a menudo
recogen problemas sociales, con un lenguaje directo y de denuncia.
Fue tan sigilosa su aparición e inserción en Chile, que en
varias oportunidades Carabineros detuvieron a jóvenes que lucían poleras con la
iconografía thrash, para preguntarles a que partido político pertenecían.
Con el tiempo el thrash se ha incorporado como una expresión
artística más, aún cuando sigue siendo un movimiento subterráneo y silencioso,
más cercano al kat, con elementos más simples, más directos, más contestatarios
que los originados en la ciudad de San Francisco, donde muchos jóvenes vivían
en los suburbios con una vida considerada caótica.
En una mezcla de realidad con irrealidad que se refleja en
las letras, que hablan de la juventud, con una visión de mundo, crítica,
dispersa y confusa respecto al futuro, el thrash muestra lo que muchos jóvenes
ven en el mundo que los rodea, porque en las letreas aparecen emociones como el
miedo, la ira, la ansiedad, la entrega, el compañerismo, la hermandad, la unidad
frente a un el enemigo común transformándose en el reflejo de lo que late en los
corazones juveniles.
Lo anterior, logra que este movimiento cultural que nace en
la precariedad total, de manera marginal y demonizado sea plenamente aceptado y
reconocido a pesar de continuar siendo de elite.
Esa debe ser la razón de la fuerte identificación de sus
fans con esta música y que la letra de las canciones se consideren como reales,
aunque se hable, en realidad, de cosas que parecen irreales.
Para el autor, “muchas personas engancharon en el tema por
rebeldía personal hacia el sistema, hacia la sociedad o a la música que se
tocaba en la radio. Sin embargo, cuando ese joven entendió la música, se hizo
metalero de por vida”.
Esta música que surge de un grupo minoritario que en su
momento tenía un nivel socio económico superior a muchos jóvenes chilenos,
paulatinamente se fue haciendo más autónomo pero con un profundo compromiso
emocional de quienes comparten este movimiento musical.
Para Maximiliano Sánchez “es la música
lo que trasciende las bandas; ella sigue haciendo eco, el estilo se va
reinventando a gran nivel y continúa generándose fanatismos. Mientras exista un
compromiso emocional con el tema, fans van a haber siempre y por siempre”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario