Iskra Pavez, escritora y experta en Políticas
Sociales de la Infancia
y en Estudios de Género, plantea que se está cuestionando como un mito que un
abusador haya sido víctima de violencia sexual durante su infancia. Asegura que
los perfiles son tan variados, que lo importante es construir entornos
acogedores, donde se trate a las personas como sujetos y no como objetos.
El crimen de la pequeña Ámbar, la denuncia de
intento de violación de un actor a una compañera de trabajo, el acoso y abuso
sexual de un director de teleseries, y la condena en España por simple “abuso”
a una “manada” de hombres que violaron a una mujer, coparon la agenda noticiosa
de los últimos días. ¿Cuál es el patrón común detrás de estos hombres
abusadores?
Notas sobre infancia, migración y
género es el último libro de Iskra Pavez, en el cual la experta ofrece su
mirada sobre el mundo y la sociedad chilena contemporánea en torno a temas
cruciales contingentes: infancia, migración y género.
A través de crónicas y columnas de opinión
–algunas inéditas– escritas entre 2006 y 2016, la autora aborda cuestiones tan
diversas como la corrupción, la exclusión social, los derechos de los niños y
niñas y de las mujeres, la discriminación, la igualdad de género, etc.
“Las niñas y las adolescentes migrantes de
origen afroamericano están siendo víctimas de múltiples formas de violencia
sexual en nuestro país. Por ejemplo, sufren constantemente del acoso callejero,
lo más brutal es que esto no se considera violencia, está naturalizado.
También padecen situaciones de abuso sexual
dentro de sus propias familias y barrios. Por último, hemos encontrado casos en
que son víctimas de redes nacionales e internacionales de explotación sexual.
Lamentablemente, lo anterior confirma que las
niñas migrantes de origen afroamericano sufren en mayor medida que otros grupos
sociales de las jerarquías de poder, desigualdad y dominación. Además, es algo
que está altamente invisibilizado en el debate público. El primer paso para
solucionar un problema es reconocerlo como tal”, sentencia.
“El determinismo respecto a que un abusador
que haya sido víctima de violencia sexual durante su infancia sea, en el
futuro, perpetrador de violencia sexual en contra de niñas y niños es un mito
que está siendo cuestionado, tanto en los estudios académicos sobre el tema,
como en las mismas experiencias de vida.
Por ejemplo, visto desde otra perspectiva,
existen muchos casos donde los abusadores no sufrieron de violencia sexual
durante su infancia, sino, que puede solo responder a rasgos de personalidad y
trastornos como la psicopatía”, señala Iskra Pavez, doctora y magíster en
Sociología, investigadora, experta en políticas sociales de infancia y en
estudios de género.
“Otro ejemplo, puede ser un hombre adulto
abusador que no haya sufrido violencia sexual en su infancia, sino, solo tiene
valores altamente machistas y patriarcales; entonces, ve el cuerpo femenino
infantil como un objeto, y no a la niña como un sujeto, que está disponible
solo para su deseo y placer”, agrega la investigadora y autora de los
libros Notas sobre infancia, migración y género y Mifragio.
Pavez, quien de niña fue víctima de abuso
sexual, y cuyo testimonio plasmó en el libro autobiográfico La niña
liberada. Violencia sexual y poder, plantea que no existe un patrón establecido
para determinar el perfil de un abusador.
“Existen abusadores jóvenes y viejos, pobres y
ricos, altos y bajos, etc. Lo único común es que todos los abusadores desarrollan
relaciones abusivas en el ejercicio del poder o la autoridad, pero se expresan
de diferentes formas. Lo que sí podemos y debemos hacer es construir entornos
familiares, escolares y barriales donde se respete de verdad y se acoja con
seriedad a las niñas, los niños y las mujeres y no se les trate como objetos,
sino como sujetos”, precisa.
La escritora destaca que hoy en Chile y en el
mundo, las víctimas en general, no solo de violencia sexual, están tomando la
palabra a nivel público y transformándose en actores sociales, como se puede
observar en Chile en escritoras como Vinka Jackson y en los denunciantes de
Karadima, por nombrar algunos casos y, a nivel global en las actrices de
Hollywood que impulsaron el movimiento “Me too”.
“Históricamente, las ramas más clásicas de la
psicología y la psiquiatría han patologizado a las víctimas, negándonos la
legitimidad de nuestro discurso. Parece increíble que tengamos que reivindicar
nuestro derecho a la voz, el derecho a decir lo que vivimos, a denunciarlo y
ser oídas con seriedad y acogida, pero también el derecho a reflexionar sobre
lo que vivimos, a contar nuestra experiencia desde las diversas aristas y el
derecho a emprender acciones para prevenirlo y que no ocurra nunca más.
Las víctimas podemos aportar en los debates
académicos y políticos sobre el tema de la violencia en general y de la sexual
en particular. Pero para eso, las personas expertas también deben dejar de
vernos solo como seres patologizados y traumatizados y deben comenzar a vernos
como seres humanos integrales”, señala.