Ruca en mapudungun significa
casa y es ahí donde vivían tradicionalmente los mapuches.
Antiguamente, cuando alguien quería construir su ruca, le pedía permiso al
espíritu Ngen-mapu para establecerse en el lugar, y debía avisar a un
superior para dar el aviso al resto de la comunidad. Así, el futuro dueño de la
ruca debía recolectar los elementos para la construcción, mientras que las
personas de la comunidad junto con él trabajaban construyendo la ruca;
realizando un trabajo comunitario llamado rukatun o rukan.
Para los mapuches, la ruca cumple tres funciones como son
dormir, cocinar y guardar y los que podían tenían una para cada función. Su
estructura está basada en dos sólidos maderos de árboles nativos, la techumbre
y paredes tienen un tejido de fibras vegetales de gran resistencia a las
húmedas condiciones del clima de la zona en que viven; en su centro está un
fogón o kutralwe, formado por piedras, detalle de gran importancia ya que
ardía constantemente en el centro del hogar, ya que en él, según la tradición,
reside el Ngen-kütral y la entrada principal de la ruca siempre está orientado
hacia donde nace el sol.
Hace algún tiempo, Pedro Cayuqueo junto con Editorial
Catalonia nos presentó el libro “Esa ruca llamada Chile y otras crónicas
mapuches”.
El libro reúne más de 50 crónicas de su nuevo libro, que
vienen de diferentes medios escritos en Chile. El volumen actual es una
continuación de su publicación anterior, Solo por ser indios (2012), y fue
presentado en Nueva York, en la Cumbre Mundial de Pueblos Indígenas, evento
organizado por la ONU.
A pesar de lo
diversos temas que cubren estas crónicas tienen como características comunes al
mostrar que lo que piden los mapuches, no son demandas añosas reivindicando a
un pasado romántico de los pueblos originarios, sino que son un rescate actual,
vigente de la necesidad de reconocimiento y de diálogo con la Nación chilena.
Otra cosa importante, es que hay una visión que, a pesar de
ir más allá de la reducción indígena, no sale de ella para analizar la realidad
general chilena, en un espacio simbólico como es la ruca que se traslada
simbólicamente al espacio común republicano donde entran todas las voces, todos
los derechos, todas las miradas poniendo en común la diversidad que existe en
Chile.
Las crónicas de este libro “buscan abrir una reflexión sobre
Chile y cómo la demanda del pueblo mapuche se inserta en el ingreso a la
modernidad. El libro es una mirada también a los chilenos, una invitación a
conocer de nuestros pueblos y a construir juntos una ruca grande, una casa
grande, donde quepamos todos, iguales en nuestra diferencia, como se estila en
países desarrollados en materia de pueblos indígenas"
Además, es una invitación a conocer a los mapuches ya no
desde los libros de historia sino que desde la realidad que viven estas
comunidades. En este libro, Pedro hace una reflexión desde la contingencia
mostrando un profundo respeto por sus ancestros y por el pasado de su pueblo.
En este libro se aprecia que este conflicto no puede
reducirse a hechos de violencia calificados como delitos, no solo “cuando algo
se quema” sino que necesita de una comprensión más global y desprejuiciada del
contexto histórico, social, cultural y económico que lo rodea y lo envuelve y
que permitiría un conocimiento más amplio de este conflicto por parte de la
sociedad chilena.
Lo que llama la atención es que a pesar de que los textos
hablan de las arbitrariedades que se comenten, estos están escritos sin sesgos
ideológicos, sin ortodoxias lo que permite que el lector establezca sus propias
conclusiones e incluso, en algunos momentos, se ría de la ignorancia de quienes
pretenden ser mejores que los mapuches.
En sus escritos, Cayuqueo pone las cosas en su lugar y va
eliminando las ideas preconcebidas sobre el “conflicto mapuche” al usar un
vocabulario honesto, sin excesos logrando que el lector no se canse y se
interese por una parte de nuestra sociedad que no o ha tenido ni el
reconocimiento ni el respeto que se merece siendo el principal conflicto no
resuelto en más de dos siglos de vida independiente tema que ha cruzado a todos
los gobiernos republicanos y que se mantiene sin mayor esfuerzo en las primeras
planas de las noticias.
Para el autor “el día tengamos un presidente de origen
mapuche, Chile se reconciliara con sus orígenes”. Pero, ¿cómo seguir ignorando
que existió y sigue existiendo una gran comunidad mapuche en Chile?
En el proceso de construcción de nuestra identidad valorar
el ancestro de los pueblos originarios, especialmente el mapuche, ha sido un
proceso difícil.
En el siglo XIX y principios del XX, la necesidad de crear
un “nosotros” colectivo llevó a los gobernantes a establecer y enseñar pautas
culturales, mitos de origen y un conjunto de símbolos tendientes a la
consolidación de una identidad nacional chilena, que tenían mucho de
eurocentrismo, lo que hizo que todo lo relacionado con “lo americano” fuera
considerado como malo. En Chile, como en otras naciones de América Latina, se
impuso una interpretación unilateral de la historia de quienes solo intentaban
justificarse lo que hace que, hasta el día de hoy, sea difícil encontrar o
admitir otra historia que no sea la oficialmente contada
En este proceso, a los pueblos originarios, especialmente al
pueblo mapuche, mediante su ocultamiento, negación e incluso su degradación se
les ha relegado a un segundo plano contribuyendo a su invisibilidad negando su
contribución en la construcción de esta nación.
Ese es el mayor peligro de lo que está ocurriendo con el
pueblo mapuche, porque ese constante ninguneo de nuestras raíces y de nuestras
identidades originarias nos puede llevar a una existencia que nada tenga que
ver con nosotros y con lo que somos en realidad.