Pedro de Valdivia fundó Santiago del Nuevo Extremo siguiendo
el reglamento establecido por Carlos V en 1523, que eran, indicaciones para
que, supuestamente, todos los que habitaran la ciudad tuvieran un bienestar
común.
A pesar de ello, se inició un proceso urbano que ha estado
marcado por la discriminación y la segregación social. Santiago fue partida en
dos territorios: uno de arriba y otro de abajo y las dos áreas estaban
circundadas por tierras baldías, a las cuales se relegó a los yanaconas, los indios que estaban al servicio de los españoles
a los que más tarde, se incorporaron los criollos pobres.
Lucía Guerra, explica en su ensayo sobre el conventillo que “es precisamente en
las “tierras de nadie” donde se anclan los orígenes del conventillo, un espacio
marginal de la propia ciudad.
Los hombres oscuros (1939) de Nicomedes Guzmán es parte de
la producción literaria de la
Generación de 1938 que intenta modificar los significados
burgueses atribuidos al conventillo en un imaginario urbano que lo postulaba
como desecho de la nación y fermento de lo mórbido”.
Este año, al cumplirse cien años del nacimiento de Nicomedes
Guzmán y cincuenta de su muerte, Lom Ediciones reeditó “Los hombres oscuros”, reflejo
de la pobreza y la miseria urbana del Chile de comienzos del siglo XX.
En este libro, se nos relata la vida al interior de un
conventillo, con sus miserias, desgracias y grandezas. También se muestran las
grandes desigualdades entre quienes toman las decisiones y quienes se ven
afectados por ellas.
De una manera muy intimista el protagonista, Pablo Acevedo,
nos muestra a través de su narración un lugar plasmado de miserias y amarguras
donde la tragedia cubre la vida de sus moradores y que sienten lo mismo que
cualquier otro: amor, anhelos, cariño, odio, celos, desgano y desilusión.
Según la página Memoria Chilena, “el conventillo santiaguino-que es el conventillo americano---nunca ha sido llevado a la novela con la hondura, la honradez y la virilidad que tal tarea merece y exige, como lo fue en Hombres Oscuros” en el cual, Nicomedes Guzmán se fue su testigo fiel, audaz, desprejuiciado y profundo”.
En la cotidianeidad del conventillo la pobreza, el amor, la
soledad, el hacinamiento, la desesperanza y la muerte son cercanas a sus
moradores y a pesar de eso, el conventillo reanuda su curso todos los días.
Para Guzmán, no existía distancia entre las vidas de los
personajes de La sangre y la esperanza (1944) y Los hombres oscuros (1939) y
él, porque retrató en ellas el mundo proletario de su pasado, de la pobreza y
de las pellejerías que vivió con su familia.
Oscar Nicomedes Vásquez Guzmán nació el 25 de junio de 1914.
Fue parte de la generación del 38, también integrada por Francisco Coloane,
Carlos Droguett, Volodia Teitelboim y Fernando Alegría.
Tras sus primeras colaboraciones en la revista infantil El
Peneca, a los 24 años publica su primer libro de poemas La ceniza y el
sueño (1938). A sus dos reconocidas novelas sumaría otras como La
carne iluminada (1945) y los cuentos Una moneda al río (1954).
En todos sus escritos hay personajes populares como las
lavanderas, el organillero, el cartero y las fiestas típicas como la Noche de San Juan y La Tirana.
Durante la
Unidad Popular, sus novelas y cuentos aparecen en los textos
y programas del Ministerio de Educación. Sin embargo, con el golpe militar de
1973 muchos de sus libros ardieron en las hogueras que aparecieron junto con los
allanamientos, porque muchos de ellos se consideraron subversivos.
Para Ignacio Álvarez, profesor de Literatura de la Universidad de Chile, para
el grupo de escritores que se reúne bajo la denominación del 38, el hecho
fundamental de sus vidas es la ascensión de Pedro Aguirre Cerda como presidente
de la República
en septiembre de 1938 donde por primera vez la masa popular es parte del
gobierno a través del Frente Popular.
Para Naím Nomez, profesor de Filosofía de la Universidad de Chile, “aquí
hay tres grupos de escritores que aparecen el 27, el 38 y el 42 y todos ellos,
tienen como núcleo central, como matriz ejercer la crítica y la protesta social
vinculándose unos al mundo rural y otros, al mundo urbano.
Los que están vinculados al mundo rural, están más
asimilados al criollismo y se caracterizaron por escribir novelas vinculadas al
campo con el mismo sentido social, de protesta, de crítica, con un especial
determinismo muy fuerte, donde al final quien termina mal es el inquilino, el
campesino y de manera trágica. En cambio, los llamados de la generación del 38,
en general escriben novelas vinculados al mundo urbano desde una perspectiva de
riesgo social y protesta en las cuales, aparecen el empleado y el obrero.
Volver a leer a Nicomedes Guzmán es una forma de ver que las
grandes desigualdades de nuestra sociedad aún persisten y las muestra desde ese
mismo lugar porque sabe de lo que está hablando, lo conoce; es proletario. Y
como es autodidacta, habla de la experiencia vivida. Y eso es muy importante
porque los personajes que el recoge en su novela, son muy reales y los
relaciona con el entorno de todo lo que está pasando en ese momento en la
ciudad”.
El protagonista, Pablo Acevedo, es la imagen de una sociedad
que repudia a su pasado campesino y se va transformando de inquilino a obrero;
que toma conciencia de la formación de una nueva clase social que durante el
siglo XX, será protagonista de su propia y trágica historia.
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