sábado, 21 de septiembre de 2024

Publican nueva novela de Walter Garib.

El libro “Nadie quiere morir al amanecer” del escritor Walter Garib acaba de ser publicado por Marciano Ediciones. 

A continuación, va el comentario del libro realizado por la escritora chilena Lucía Guerra, académica de la Universidad de California. 

En la narrative chilena, Walter Garib se destaca como un escritor cuyo cuestionamiento generalmente irónico de los sucesos históricos y de la realidad misma, desestabiliza las nociones oficiales de “lo real”. 

En Las noches del Juicio Final (1989), Garib crea un pueblo imaginario pleno de dimensiones mágicas que, a través del humor, satirizan lo religioso y lo político mientras en Una vida tantas veces vivida (2021), los sucesos reales, en este caso, la vida de Salvador Allende, son susceptibles a modos alternativos de lo que pudo ser. 

Esta otra visión de “lo real”, al explorar posibilidades subjuntivas, amplía la realidad y, al mismo tiempo, deconstruye toda noción fija de lo histórico encuadrada por una perspectiva desde una posición de poder que, estratégicamente, se produce y canoniza como “la verdad absoluta”. 

Nadie quiere morir al amanecer fue escrita en los inicios de la década de los ochenta durante la dictadura de Pinochet que practicó la tortura y el asesinato de miles de personas. 

No obstante ganar el Segundo Premio en los Juegos Literarios Gabriela Mistral en 1982, la rígida censura impuesta a los libros de aquella época por un comité de militares en el entonces llamado Edificio Portales, no permitió la publicación de esta novela que solo ahora sale a la luz. 

Sorprende que a partir de un acontecimiento relativamente sencillo (el encuentro de un hombre y una mujer), este hecho sea la plataforma de una interesante recreación de lo urbano, de un juego significativo entre lo concreto real y lo imaginado corriendo a la par del flujo de la seducción amorosa y la presencia de la muerte. 

El encuentro se produce en la Estación Mapocho: ella con destino a Copiapó, él de regreso a Combarbalá. La atracción mutua elimina todo itinerario programado y en una especio de preámbulo erótico, recorren las calles del sector de Recoleta y Merced. 

La ciudad bajo la lluvia crea una atmósfera ominosa y, al mismo tiempo, un espacio casi cinematográfico por su multitud de detalles que van cambiando los escenarios. En contraposición al pitazo de los trenes, los tranvías ruidosos y el griterío de los vendedores ambulantes merodeando por la Vega Central, emerge el silencio de la ciudad de los muertos: el Cementerio General con sus calles flanqueadas por tumbas, piletas de aguas nauseabundas y flores marchitas. 

En esta travesía urbana, Desiderio y Adelaida tratan de descubrir la identidad de quien, dentro de unas horas, se convertirá en su amante. 

Ambos hacen preguntas, inquieren en el pasado y se postulan suposiciones sospechosas poniendo de manifiesto que la identidad es siempre un enigma indescifrable. Se produce así otro deambular, el de la memoria como el espacio de un microcosmos de personajes y experiencias de la infancia y la adolescencia teñidas de ternura, frustraciones y violencias traumáticas. 

Historias del pasado que también engendran un vuelo de la imaginación, de aquello que a cada uno de ellos le habría gustado vivir. 

En Nadie quiere morir al amanecer, la única verdad irrefutable es la muerte—núcleo estructurante de esta novela escrita durante plena dictadura, en una época en la cual se debía callar el hecho de tantas persecuciones y prisioneros desaparecidos. 

En este período de represión, Walter Garib no da detalles acerca del asesino o el objetivo de su crimen puesto que el peligro de la muerte en ese entonces estaba en todas partes.                                     

Lucía Guerra.

Universidad de California

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