sábado, 17 de noviembre de 2018

Crónicas Vedadas: la impunidad nuestra de cada día.


En su versión literal, impunidad significa ausencia de castigo. En primer lugar, existe impunidad cuando las víctimas y la sociedad, no alcanzan a conocer la verdad sobre la extensión y las razones de los abusos que han sufrido.

La impunidad implica que la justicia ha fallado en sus principios, que se ha dejado a los criminales sin un castigo y manda a la sociedad un mensaje de que el castigo penal es solo una remota posibilidad.

En el libro “Crónicas Vedadas”, escrito por Mónica Echeverría y publicado por Editorial Catalonia, se relatan seis relatos históricos en distintas épocas, distintos momentos políticos y sociales que están unidos por el hilo conductor de la culpa de crímenes atroces.

La autora llama a estas crónicas “vedadas” porque, a pesar de corresponder a sucesos reales, no aparecen en los textos de historia y si lo hacen, están truncados, como si no quisiéramos que hubiesen sucedido y fueran manchas nauseabundas que debiéramos ocultar.

Sin embargo, esas historias son parte de nuestro pasado en el cual, mujeres y hombres reales que, por causas complejas e intrincados caminos de historia, han pasado a ser héroes, santos o bestias, sin que exista claridad sobre dónde comienza el hombre real y comienza la fábula. Estas crónicas, se nos presentan como una radiografía a una sociedad que pretende que sus privilegios estén más allá del bien o del mal.

Junto con el prestigio social, las elites van formando redes sociales, políticas, económicas, militares y eclesiásticas que les permitían alternar posiciones en estas áreas.

En el estudio, Redes de poder y sociabilidad en la élite política chilena. Los parlamentarios 1990-2005., escrito por Vicente Espinoza se establece que “la cohesión aparece cuando la movilidad social, encuentros sociales, matrimonios cruzados, educación establecen vínculos entre sus miembros (Scott 2008). La existencia de estos vínculos tiene consecuencias para la conformación y características que posea la élite en cuanto a su conciencia de tal y su capacidad de acción conjunta”.

Una venganza realizada en el Santiago colonial; un oscuro secretario cuyas intrigas provocaron el asesinato de Manuel Rodríguez y de los hermanos Carrera; un general de la república es la mano que ejecuta la matanza de la escuela Santa María en Iquique; el asesinato de una familia en un tradicional fundo de Chicureo; un connotado obispo chileno con un oscuro pasado como prefecto de Investigaciones y uno de los implicados en el caso Prats vive con el abandono y traición de sus pares son algunos de los temas que trata este libro.

El hilo conductor de todos estos relatos, es que nunca se supo quién o quiénes fueron sus autores materiales o intelectuales de manera certera. Solo sospechas o bien, aunque se sabía quién lo había hecho u ordenado hacer, nunca se contó con las pruebas concretas que inculparan a los sospechosos.

La impunidad de las elites está básicamente construida porque las redes familiares son verdaderas estructuras de poder con una gran capacidad de alianzas matrimoniales y de negocios, fundando un mundo de relaciones políticas, económicas y culturales en el cual, tal como afirmara Francisco Sánchez-Montes González en su libro “Familias, élite y redes de poder cosmopolitas de la monarquía hispánica en la edad moderna”, desde la Edad Media Moderna la estirpe y el linaje definían la posición de los individuos en su comunidad y configuraban tanto su mundo de relaciones políticas, económicas y culturales, como sus fuentes de riqueza, lazos de solidaridad y estrategias de ascenso y marcaran las pautas de comportamiento y articularon un imaginario de valores que el conjunto de la sociedad aceptó, asimiló y trató de mimetizar sin reservas”.

En el libro, la autora mantiene esa incertidumbre sobre la inocencia o culpabilidad de los protagonistas de la historia e incluso, mostrando la vulnerabilidad de los privilegios de los miembros de la elite ante la necesidad imperiosa de mantener la posición económica, social o política.

Por otra parte, no es una situación que se dé solamente en Chile porque la legalidad en América Latina es la debilidad de la ley.

Según Alberto M. Brinder “esta frase que parece dramática o exagerada (y, sin duda, su formulación es excesiva) deja de parecerlo cuando nos enfrentamos a un sinnúmero de acontecimientos cotidianos: normas claras, clarísimas, de nuestras Constituciones que son incumplidas sin mayor problema, derechos elementales que son considerados meras expectativas o utopías sociales (cláusulas programáticas), abusos en las relaciones sociales que contradicen normas indubitables de la legislación común, ilegalidad en el ejercicio de la autoridad pública, privilegios legales o administrativos irritantes, impunidad generalizada y otras tantas manifestaciones similares que cualquier ciudadano común no tendría ningún problema en enumerar o le alcanzaría con repetir simplemente los dichos populares que expresan la profundidad del descreimiento social en el valor de la ley.




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