lunes, 19 de febrero de 2018

Adivinanzas en Chile: rescatando el patrimonio oral de nuestra cultura.

La narrativa popular es un movimiento vivo de la cultura tradicional chilena. Sus motivos, arraigados en el acervo hispánico y transmitido por vía oral a lo largo de siglos, dan cuenta de la cosmovisión y valores campesinos.

El imaginario popular campesino se ha nutrido desde hace siglos de una larga tradición de cuentos, mitos y leyendas que se transmiten de generación en generación.

 El relato oral de estas historias que crean representaciones y valores de conducta que se abren de esta manera, a un mundo más amplio que circunda la actividad de los hombres, estableciendo lazos con éste y estimulando una percepción más viva de los fenómenos naturales.

 Entonces, así existen mitos y supersticiones que aluden a un universo invisible para los ojos profanos pero de gran poder sobre la vida de los humanos.

Cada zona geográfica de Chile tiene sus tradiciones culturales especialmente, se destaca el complejo imaginario mítico chilote que posee una tradición y un carácter único y singular.

Junto con el romancero, el refranero, el canto a lo poeta, los cuentos y leyendas y las adivinanzas son parte de una tradición que sigue viva en los medios rurales del país y se renueva constantemente con sus cambios socioculturales.

Según lo publicado en el portal Memoria chilena, “la cultura popular chilena tiene un carácter marcadamente picaresco. No por nada, se recuerdan las innumerables ocasiones en que Pedro Urdemales, engañó al diablo con ingeniosos acertijos siendo las adivinanzas son un elemento destacado en una cultura que valora la astucia y el ingenio para sobreponerse a las adversidades de la vida.

De ellas surge el lenguaje más animado y pintoresco, impregnado de imágenes, chispeante de equívocos y expresiones ambiguas. Se trata de la más popular y corriente composición literaria, de gusto de niños y adultos, donde se puede hacer gala de ingenio en reuniones familiares. Antiguamente en nuestros campos era común entretener las noches, y hasta los velorios, con alegres competencias de adivinar los más sorprendentes desafíos”.

El campo de las adivinanzas es muy vasto y es casi imposible recoger colecciones completas del inmenso material presente a lo largo del territorio nacional y de toda América Latina.

Como la casi totalidad de la literatura popular, las adivinanzas chilenas provienen de la cultura española, como se puede ver si se comparan las recopilaciones folclóricas chilenas con las de la Península Ibérica y del resto de Hispanoamérica.

Julio César Sal Paz, en su artículo “acerca de la metáfora como recurso de creación léxica en el contexto digital. Algunas reflexiones establece que “la estructura de la adivinanza, descansa en la metáfora que como diría Sapir, "una representación simbólica de la realidad sensible" donde el enigma y la metáfora aparecieron junto con el lenguaje “tanto como una necesidad de aprehender el mundo en todas sus formas, como en el artificio lúdico de las palabras, cuanto que la mayor parte de nuestro sistema conceptual es metafórico”.

Una de las recopilaciones más antiguas de adivinanzas en Chile, es la que Eliodoro Flores, publicó en 1911 y es justamente la que, el pasado 27 de diciembre de 2017 en el café Literario del Parque Bustamante, Mandrágora Ediciones reeditó en una edición facsimilar gracias a un aporte del Fondo Nacional del Libro y la Lectura.

En este libro, se reúnen casi ochocientas adivinanzas en una impresión que recuerda a la original que incluso lleva la dirección de la imprenta Cervantes (Delicias 1167) que fue la que gestó la primera edición de este libro. 

Las adivinanzas, tienen una fórmula literaria muy sencilla, creada en forma de acertijos con los cuales llamar la atención de los más pequeños de forma atractiva y divertida, al tiempo que se les plantea diferentes situaciones u objetos con los cuales poder estimular su pensamiento y su concentración. Este sistema permite, además, el aprendizaje de nueva palabras y, en consecuencia, el enriquecimiento del vocabulario sin apenas darnos cuenta.

No tienen un tipo de composición concreta, lo que en muchas ocasiones difumina su definición entremezclándose con otros conceptos como el del acertijo y el enigma, si bien se caracterizan generalmente por ser composiciones en verso muy dinámicas y con rima asonante o consonante. 

En cualquier caso, lo que es seguro es que las adivinanzas existentes en nuestra cultura popular desde hace siglos, constituyendo un rico e interesante pasatiempo para los niños, que además puede resultar muy didáctico al conducirles al razonamiento lógico y la reflexión, aportándoles un léxico más amplio y variado y mejorando su expresión.

Carolina Tapia Valenzuela, Jefa Archivo de Literatura Oral y Tradiciones Populares
Biblioteca Nacional, en la presentación que hizo del libro expresó que “esta obra fue impresa en 1911, en la Revista del Folklore Chileno que era el resultado del trabajo y producción de la Sociedad del Folklore Chileno, que en sus cortos pero fructíferos años de duración difundió los estudios de sus miembros en esta revista.

Fundada por el lingüista alemán Rodolfo Lenz el 18 de julio de 1909 y en 1913, comenzó a funcionar como “Sección de Folklore” en la Sociedad de Historia y Geografía y se dice que esta Sociedad fue la primera de su tipo fundada en Latinoamérica.

Rodolfo Lenz, heredó las tendencias europeas de estudios de las costumbres antiguas y tradiciones que surgieron a mediados del siglo XIX; investigaciones que se enmarcaban de manera amplia en un sentimiento romántico de búsqueda y exaltación de lo que era propio en cada país con el objetivo de forjar y fortalecer una identidad nacional.

Así, comenzó el estudio de la manera de hablar y manifestaciones del denominado, en ese entonces, “bajo pueblo” y muchas otras expresiones de la cultura popular, la que en esa época no era considerada como objeto de estudio, lo que le valió fuertes cuestionamientos que se hicieron públicos por la prensa (como sus intercambios de ideas con el periodista y escritor chileno, Eduardo de la Barra).

También fueron parte de la Sociedad del Folklore Eliodoro Flores, profesor normalista de lenguas, en el Instituto Nacional; Julio Vicuña Cifuentes; Ramón Laval, empleado público; Agustín Cannobio; Ricardo Eduardo Latcham; Manuel Manquilef, investigador de la cultura mapuche, entre muchos otros.

 Estos investigadores tenían formaciones diversas, que se interesaron por temas muy diversos, destacando las recopilaciones y el estudio, principalmente comparativo, de expresiones de la literatura popular, de costumbres y festividades tradicionales y de manifestaciones de comunidades originarias, especialmente la mapuche.

Sus estudios se difundieron en la ya citada Revista del Folklore Chileno, de manera paralela en los Anales de la Universidad de Chile y, a partir de 1913, en la Revista Chilena de Historia y Geografía.

Tal como decía Eliodoro Flores, “el coleccionador folklórico recoge, no escoge los materiales y es lo que describe la esencia del trabajo de Flores. El trabajo de recolección, no de selección, ha sido una de las principales metodologías del folclore.

Por otra parte, se pone de manifiesto que las adivinanzas, lejos de lo que se podría comúnmente pensar, no son juegos o asuntos solamente de niños, sino que es, y era, un pasatiempo transversal que se practicaba en múltiples ocasiones, desde los juegos de niños, en la escuela, fiestas, faenas entre trabajadores y hasta en velorios.

Esta obra de Flores, constituye en uno de los primeros estudios sobre el tema en nuestro país. Poco tiempo después, en la misma revista, y también a partir de un trabajo de recolección del propio Eliodoro Flores junto a otros investigadores y con estudio introductorio realizado por Rodolfo Lenz, se publicó una variante de este tema titulado “Cuentos de Adivinanzas corrientes en Chile”.

 Luego, ya solo a mediados del siglo XX se produjo una obra con los mismos alcances del estudio de Flores, del investigador José Santos González Vera, titulado “444 adivinanzas de la tradición oral chilena”, publicado en los Archivos del Folklore Chileno, en 1954”.

A pesar que estas obras se pueden consultar en la Biblioteca Nacional, la publicación de ellas, permite una mayor circulación sobre todo en estos tiempos en que la recopilación y clasificación de cuentos folclóricos, rescatan una tradición que día a día pierde fuerza ante el avance de los medios de comunicación masivos.

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